¿Por qué nos casamos?

Aunque el escepticismo frunza la nariz, la confianza, el amor y las ganas de elegir nos arrojan a un compromiso que podría ser para toda la vida.



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Aunque el escepticismo frunza la nariz, la confianza, el amor y las ganas de elegir nos arrojan a un compromiso que podría ser para toda la vida.




En las últimas dos décadas, el matrimonio dejó de ser una obligación para convertirse en una opción. Mucho tuvo que ver con esto el avance femenino sobre el mundo laboral y su propia independencia económica. Poco a poco, la mujer fue teniendo otras opciones más allá de la maternidad y otras maneras de formar familia. Entonces, la soltería y el concubinato pasaron a ser alternativas válidas. Mientras tanto, hombres y mujeres nos nutrimos en el desarrollo personal, y otras veces nos encandilamos con el individualismo e, incluso, la competencia. Y cuando nos quisimos acordar, terminamos mirando con cierta desconfianza la idea de anclarnos a algo o a alguien a largo plazo. Pero mientras disfrutábamos de esta libertad, fuimos también descubriendo su «lado b»: la incertidumbre. Poco a poco, comenzamos a entender que aquellas cosas que nos servían (y nos sirven) para abrirnos paso en este mundo (la capacidad de cálculo, el escepticismo y el pensamiento estratégico, por ejemplo) no son exactamente las que nos hacen mas fácil el encuentro con el otro. ¿Cómo bajar la guardia en un mundo que cambia todo el tiempo? ¿Quién nos asegura que no aparecerá algo nuevo y mejor? Visto de esta manera, hoy es entendible y hasta esperable que muchos encuentren amenazante (o directamente loca) la idea de firmar papeles para establecer un gran amor. Sin embargo, a medida que la fascinación por la supuesta libertad va cediendo (al fin y al cabo, ¿cuántas veces somos esclavas de nuestra falta de compromiso?), nos permitimos recuperar ciertos valores e incluso resignificar mandatos e instituciones. UN NUEVO NIVEL DE COMPROMISO Para quienes deciden casarse, no es lo mismo salir, noviar o convivir que pasar por el Registro Civil. ¿Por qué? Porque cuando la apuesta se redobla, la responsabilidad es mayor. Al casarnos, ya no solo estamos hablando de un compromiso asumido con el otro, estamos hablando de un compromiso asumido con el otro de manera legal y frente a la sociedad entera. Este es el detalle que antaño más se valoraba del ritual de casamiento. A partir de entonces, hombres y mujeres se convertían en una sociedad oficial y el modo en que se comportara cada uno por separado afectaba necesariamente la imagen de ambos. De ahí que se hablara de la «honra» y el «honor» como valores para elegir pareja y que la imagen de esposos estuviera asociada a la lealtad (aunque no siempre fuera auténtica, claro). ¿Es esta manera de verlo algo exagerada en los tiempos que corren? Puede que sí -ya nadie se escandaliza por un divorcio, una infidelidad o un enorme desengaño cuando la pareja no resulta ser lo que se pensaba-, pero aún hoy sigue siendo un paso importante anunciar públicamente que están dispuestos a asumir ciertas responsabilidades y derechos sobre el otro. UN DESAFÍO ESPIRITUAL Hasta a los más fundamentalistas del amor les tiemblan las piernas al pensar en un «para siempre». Y sacar ese pasaje al infinito con convencimiento se vuelve uno de los mayores desafíos. Lo que aceptás, en definitiva, es lo que sea que traiga el futuro. Un trip que comienza ahí, pero que puede llevarte a las zonas más lumínicas y oscuras de tu paisaje interior. Si en el Civil ponés el acento en tus obligaciones y derechos legales, en los rituales religiosos o espirituales tomás dimensión de este recorrido desafiante. Esta es una de las facetas del matrimonio que, según los especialistas, más se revalorizaron en el último tiempo: la del deseo genuino de saber que, aun con muchos pronósticos en contra, nosotros lo queremos atravesar. En un mundo en el que casi todo viene para ser switcheado on y off, establecer una continuidad, si no para siempre, al menos indeterminada, se convierte en un gran trabajo interior. No son pocos, además, los que consideran que darle la bendición al amor a través de una ceremonia (convencional o no) es también darle la bienvenida a un tercer miembro en la pareja: a Dios o el Universo. Sucede que cuando el desafío es tan enorme, se necesita una protección especial, alguien que vele por ese amor, y ahí es donde entra la fe. LA CONSTRUCCIÓN DE UN «PLAN A» Casarse es estar dispuestos a garantizarle al otro y garantizarnos a nosotros mismos la estabilidad de un proyecto en conjunto. Es como si estuviéramos fijando el rumbo de navegación: podrán venir vientos del este, del oeste -adversos o favorables-, pero hay una dirección concreta hacia donde ir y una persona que nos va a acompañar. Cuando esta decisión se toma con madurez y conciencia, lo que a muchas parejas las lleva a dar el gran paso son las ganas de declarar y declararse: «Juntos somos el ‘Plan A'». Lo que hará el marco legal será, justamente, ponerle el sello a ese plan y visibilizarlo. No por nada hay testigos y un juez. Desde lo evolutivo, se considera que las alianzas entre hombres y mujeres, y la institución del matrimonio en particular, son, en definitiva, refinadas estrategias de supervivencia en pos de brindar estabilidad, la base desde la cual podemos partir para ir por nuevos desafíos en otros ámbitos. LA NEGOCIACIÓN CON EL MUNDO REAL Muchas personas hoy deciden casarse por cuestiones meramente prácticas. Es el caso de quienes entienden que la ley no da los mismos derechos a quienes lo hacen que a quienes no, y en un punto, esto comienza a obstaculizarles la vida práctica. Existen varios ejemplos: la afiliación a la obra social como grupo familiar, la realización de ciertos trámites y el reconocimiento de derechos, como la indemnización en caso de fallecimiento y el acceso a beneficios previsionales, se vuelven mucho mas engorrosos cuando el compañero de vida no está «oficializado». Además, en un supuesto caso de conflicto, la división de bienes gananciales (¡si no, preguntale a la Rosenfeld!) y la situación habitacional también pueden volverse menos claras. Por eso a tantas parejas les «cae la ficha» del matrimonio cuando hay un bebé en camino o uno de los dos va a asumir cierto riesgo concreto (como abandonar un trabajo o vender un inmueble) para apostar a un proyecto de a dos. Es un modo de decirle al otro que no está saltando al vacío, que hay alguien ahí para atajarlo. Y en resumen, de eso se trata formar un equipo. WEDDING PLANNER ESPIRITUAL Muchas mujeres crecemos soñando con esa noche, y eso explica los millones de pesos que se mueven anualmente en la organización de bodas. Con el bombardeo marketinero, el riesgo de frivolización es enorme. Por esta razón, cada vez más parroquias y templos brindan charlas y cursos de preparación espiritual que pueden durar hasta seis meses para que ambos hagan un reality check antes de dar el sí. Si sos capaz de tomarte un año para organizar lo exterior, ¿por qué no tomarte al menos un par de meses para organizar lo interior?

Fuente: La Nacion

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