Cómo la tecnología cambiará nuestra vida en los próximos años

En "Pasaje al futuro", Santiago Bilinkis analiza el impacto de las nuevas herramientas que alterarán nuestras conductas. Adelanto exclusivo.



No Banner to display

En «Pasaje al futuro», Santiago Bilinkis analiza el impacto de las nuevas herramientas que alterarán nuestras conductas. Adelanto exclusivo.




A pesar de que la mayoría vivimos con la sensación de estar inmersos en un cambio vertiginoso, es muy notable cómo, en el momento de tomar decisiones de mediano plazo, la mayoría casi no destinamos tiempo a entender cómo va a cambiar el contexto hasta que esa decisión tenga impacto. Invertimos mucho esfuerzo en intentar analizar «la foto» (el estado actual de las cosas), y casi nada en imaginar «la película» (qué va a pasar hacia delante).

La prospectiva es el esfuerzo sistemático por usar herramientas para analizar la información disponible y así realizar inferencias sobre el mañana basadas en el método científico. Es importante separarla de metodologías pseudocientíficas, como la astrología o la cartomancia, y de géneros literarios como la ciencia ficción. Una de sus herramientas más habituales es la construcción y análisis de escenarios.

Un ejemplo obvio es la elección de carrera. Considerando el proceso de ingreso, la cursada, la graduación y la inserción laboral, la selección de una carrera universitaria es una decisión cuyo resultado se materializa dentro de cinco a diez años. Sin embargo, tal como mencionábamos en el capítulo anterior, numerosas personas eligen hoy estudiar para ejercer profesiones cuya existencia misma está en duda de aquí a una década. La principal razón no es otra que la falta de prospectiva.

Errores de este tipo no sólo ocurren en el plano individual. También suceden con frecuencia en el plano de las organizaciones y hasta de los países. Veamos un ejemplo que nos toca de cerca. América es el continente con mayor actividad ganadera del mundo. La crianza de animales para la producción

de carne y otros derivados como cuero es uno de los pilares del sistema económico en varios países de la región, incluyendo a Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.

Nuestro país, por ejemplo, es un país mayormente llano, de tierra fértil, excelente para que crezcan plantas. Amplias superficies se destinan al pastoreo o a la producción de granos para alimentar animales, cuya carne después comemos o exportamos. Sin embargo, es probable que dentro de quince a treinta años, la carne pueda fabricarse en un biorreactor. Basándose en tecnologías muy similares a las usadas para la impresión de órganos que mencionamos en el capítulo sobre extensión de la vida, científicos y empresas ya trabajan en posibilitar la producción de un «ojo de bife» que nunca haya sido parte de una vaca.

Surgida desde dentro de Organovo, una compañía especializada en producir tejidos vivos para usos experimentales y farmacéuticos, Modern Meadow es una de las firmas que lideran la aplicación de la ingeniería de tejidos a la producción de carne y cuero. Alojada en SU Labs, la incubadora de Singularity University en NASA Ames, ya recibió la inversión de personalidades como Peter Thiel y fue destacada en conferencias como «Solve for X» de Google y TED. A fines de 2013 tuve la oportunidad de reunirme con Andras Forgacs, el CEO de la empresa, y ver de primera mano una muestra de cuero «cultivado». El resultado hoy ya es impactante.

Unos meses antes, en agosto de 2013, Mark Post, profesor de la Universidad de Maastricht, Holanda, organizó en Londres un evento muy especial. Preparada por un destacado chef, sirvió a un grupo de críticos gastronómicos la primera hamburguesa hecha de carne «artificial». La conclusión de quienes la probaron es que, todavía, no era rica. La consistencia era muy similar, pero casi no tenía grasa, lo que hizo que su sabor no fuera el que estamos acostumbrados a ingerir. Es cierto también que es más fácil lograr una hamburguesa que un bife, porque no hace falta reconstruir la fibra del tejido muscular. Pero dar con la fórmula exacta es cuestión de tiempo.

Si bien es probable que al principio nos genere cierto rechazo la idea de comer carne producida de este modo, PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) realiza ya campañas de concientización sobre la crueldad de matar animales para comer. Probablemente el principal impulso para la aceptación social provenga de su gran beneficio ambiental y de la protección de los derechos animales. Apenas treinta años atrás todavía era habitual usar pieles animales como abrigo.

Actualmente parece una costumbre tan salvaje que nadie osaría salir a la calle con su cuerpo cubierto de zorros muertos y despellejados. Del mismo modo, tal vez en unas décadas nuestros hijos o nietos no puedan creer cuando les contemos que criábamos vacas en condiciones malísimas, las subíamos a un camión todas apretujadas, les partíamos la cabeza con un martillo neumático, las cortábamos en pedazos y desperdiciábamos parte de su cuerpo, sólo por el objetivo de comer un bife.

El impacto de esta tecnología sobre el mundo en general será enormemente positivo. La ganadería, después de todo, contribuye casi un 20 por ciento de los gases de efecto invernadero (de acuerdo con la ONU, significa un impacto mayor que el del sector transporte completo) y consume cantidades inverosímiles de agua potable. Pero para países ganaderos como el nuestro podría ser sumamente negativo. Pese al potencial impacto, casi nadie en la Argentina está haciendo algo al respecto. Ni los funcionarios del Ministerio de Economía, ni la Secretaría de Agricultura y Ganadería, ni los empresarios dueños de campos y ganado. Probablemente no sea casual que la tecnología que llevó a la primera hamburguesa se haya desarrollado en Holanda, un país casi sin territorio viable para la cría de ganado.

Si la Argentina y los demás países de la región no invierten en el desarrollo de esta tecnología, la relevancia regional en la producción global de carne quedará como un recuerdo. Esto no será producto de una decisión cuidada de enfocar nuestras economías a otra área sino de la falta de prospectiva, la desinformación o la desidia.

Una de las claves para vivir de manera efectiva en el mundo que viene será desarrollar la habilidad de usar toda la información disponible en la actualidad para proyectar escenarios futuros. Hacerlo de manera sistemática nos permitirá, en el plano personal, profesional y organizacional, tomar mejores decisiones, que consideren los cambios en el contexto hasta el momento del impacto de nuestra elección.

Pasaje al futuro, de Santiago Bilinkis (Editorial Sudamericana)

Fuente: Infobae

Publicado en: Tecnología   Etiquetas: ,