Asumió un nuevo presidente en un convulsionado Afganistán

Afganistán celebró este lunes su primer e histórico traspaso de poderes presidenciales en democracia.



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Afganistán celebró este lunes su primer e histórico traspaso de poderes presidenciales en democracia.


Fue sin duda un éxito institucional, pero una bomba en el aeropuerto de Kabul y la acción de atacantes suicidas en algunas provincias recordó que lamentablemente la paz afgana aún está lejos de llegar. Frente a 1.400 invitados, entre ellos 200 extranjeros, Ghani -ex ministro de Finanzas y economista del Banco Mundial, de 64 años- juró «en nombre de Alá» comprometerse a «preservar los preceptos del Islam y la Constitución». Y prometió «el desmantelamiento de todos los poderes paralelos», así como «una lucha sin cuartel contra la corrupción». Consciente del principal problema heredado, dirigió un «llamado a un diálogo de paz» a los talibanes y al otro grupo armado antigubernamental, Ibz-i-Islami. «Estamos cansados de la guerra», exclamó. «El nuestro es un mensaje de paz. Pero atención -aclaró de inmediato-, no somos débiles». Sin embargo cuando el eco de sus palabras aún no se había apagado, no muy lejos del palacio presidencial estalló una bomba en la entrada del aeropuerto internacional de la capital. El balance: cuatro muertos y una decena de heridos. Horas antes, un grupo de atacantes suicidas había provocado otros 11 muertos al chocar contra un edificio gubernamental del distrito de Zurmat, en Paktia. Dadas las circunstancias, los medios locales redujeron al mínimo la repercusión de los atentados. Pero no hay duda de que los secuaces del mulá Omar, que se valen de apoyo en Pakistán y otros países vecinos, gozan de buena salud pese a la acción de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) que termina su misión el 31 de diciembre de 2014. Desde hace tiempo el ejército y la policía afganos asumieron la mayor parte del peso en las respuestas a los ataques de los insurgentes, pero aún no están en condiciones de operar solos por carecer de una capacidad real de cobertura aérea. Por eso resulta determinante la firma que será puesta mañana en el Acuerdo Bilateral de Seguridad (BSA) entre Afganistán y Estados Unidos. No lo hará el propio Ghani, como parecía en un primer momento, sino un delegado suyo, junto con el embajador estadounidense saliente, James Cunningham. Se trata de un documento que permite la permanencia en territorio afgano de un contingente militar estadounidense de 12.000 hombres, durante diez años a partir de enero de 2015, con tareas de formación y asistencia a los militares y la policía local. A la ceremonia de asunción se llegó después de meses de fuertes tensiones entre el propio jefe de Estado y su rival, Abdullah Abdullah, que nunca admitió su derrota, ni siquiera cuando la Comisión Electoral Independiente (CEI) oficializó resultados que favorecían a Ghani por 800.000 votos. Las barricadas alzadas por Abdullah, que se declaró víctima de «fraudes colosales», le permitieron relativizar el éxito del ganador e involucrar al secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que intervino como mediador. Así nació el acuerdo que preveía la formación de un gobierno de unidad nacional. Y precisamente como «Chief Executive» (coordinador) del gobierno juró hoy Abdullah después de Ghani, asegurando que «tomaremos iniciativas importantes para proteger los valores del Islam, hacer reformas fundamentales y aportar cambios a todos los niveles de las estructuras políticas y administrativas del Estado». El camino del nuevo presidente, por su parte, no será fácil: además del obstáculo talibán y la partida de la ISAF, muchos consideran que después de los resultados obtenidos como tecnócrata Ghani debe probar ahora sus dotes de político. Y aunque el acuerdo por el gobierno de unidad nacional prevé explícitamente que será el jefe de todo, la presencia de un opositor tenaz como Abdullah le creará no pocos problemas.

Fuente: Ambito.com

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