River le ganó agónicamente a Belgrano y es semifinalista de la Copa de la Liga

  • Gracias a un gol de Colidio en tiempo de descuento, el equipo de Demichelis sigue en el torneo. Sufrió bastante. Jugará con Rosario Central.



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No servía jugar bien y quedar eliminado. Lo dijo Martín Demichelis. Y River ganó, como pudo y justo a tiempo. Ganó segundos antes de quedar condenado a los penales. Ganó contra un Belgrano al que se había obstinado en revitalizar cuando yiraba con el tanque vacío. Ganó, y está a 180’ de otro título a pesar de su regular irregularidad… Ganó, y punto. Irá con Rosario Central en semis.

 

Es más fácil entender por qué River pierde que por qué gana. Es un equipo binario que en un mismo partido es capaz de pegotearse voluntariamente en la predecible telaraña de Belgrano a pasar a imponer condiciones luego del gol de cabeza -rebote mediante- de Salomón Rondón.

 

Hasta ese 1-0, impensado después de la monotonía del primer tiempo, River había dependido casi exclusivamente de los relevos defensivos de Enzo Pérez para cubrir fallas en el retroceso y de la facilidad de interpretación de Nicolás de la Cruz para atacar. El uruguayo comprendió que si había doble repulgue defensivo había que probar desde afuera o engañar con gambetas para facilitar el avance de laterales. Incluso pudo cerrar el partido -y la cancha, y el torneo- luego de una maniobra individual estilo base de NBA: con un control orientado dejó parado a un rival para luego rematar y hacer lucir al arquero Losada.

Sin embargo, aunque tenía mayores facilidades en campo ajeno que cuando el partido estaba en tablas, Demichelis apuntó a reperfilar su enfoque: planteó la barricada para cuidar una ventaja efímera ante un equipo que estaba agotado físicamente pero que gozaba del suficiente amor propio como para seguir intentando.

 

Por su tendencia a apuntarse siempre la escopeta al dedo gordo del pie, River se replegó innecesariamente y acercó sus líneas peligrosamente a Armani. O su entrenador interpretó mal el sentido de autopreservación y eligió cuidarse con un fondo de cinco defensores (entró Ramiro Funes Mori) en vez de salir a noquear con otro punta, o bien subestimó las capacidades de Belgrano con la pelota.

En ninguno de los casos parecía saludable cederle la posesión al cuadro que tiene al mayor asistidor de la Copa de la Liga Profesional (Ulises Sánchez) y al goleador (Lucas Passerini). El ajuste no funcionó. Porque una descoordinación nacida de una mala salida de González Pirez terminó desnudando la falta de oficio de Simón como lateral.

 

La banda quedó descubierta, el centro de Lencioni le cayó perfecto al killer del torneo quien convirtió entrando entre los tres centrales. Un empate que obligó al banco de River a retocar lo retocado esperando que la cosmética esta vez sí funcionara.

 

Pero no fue en sí el retroceso de Demichelis sobre sus propios pasos tácticos al sumar al Pity Martínez en ataque desarmando la línea de cinco sino la alternancia constante de su equipo. Uno que sin una fisonomía definida sigue dependiendo exclusivamente del ingenio, de la jerarquía individual que es capaz de construir en velocidad cuando sintoniza como pasó en el 2-1.

Una jugada de manual estéticamente bien construida que tuvo en su génesis un pase inteligente de Barco para propiciar el centro de Enzo Díaz que Facundo Colidio, indetectable para un desgastado fondo de Belgrano, remató con precisión. Para ganar sin gustar ni golear.

Eso es River. Un equipo con el potencial para ser un chef Michelín al que increíblemente a veces se le pasa el arroz. Que cae en la trampa y cuando logra salir se construye otra. Que fue campeón hace sólo cinco meses pero está siempre a una derrota de desorientarse y retroceder…

 

Pero que clasificó y, a fin de cuentas, está a un par de partidos de alzar un nuevo torneo. Que ganó, guste o no guste, como ante Belgrano en Córdoba, donde tuvo más Colidio que cabeza.

Fuente: Olé

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