Orphan Black: una serie sobre clonación humana

Orphan Black oculta referencias significativas. La más evidente es El origen de las especies, la obra sustancial de Charles Darwin.



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Orphan Black oculta referencias significativas. La más evidente es El origen de las especies, la obra sustancial de Charles Darwin.




La rayuela apocalíptica en la que brincan los personajes de Orphan Black oculta referencias significativas. La más evidente es El origen de las especies, la obra sustancial de Charles Darwin, cuyos capítulos dan título a los de la serie, entre otras «apariciones» menos evidentes. La segunda correspondencia apunta al ciberpunk emparentado, sobre todo, con la versión paranoide del género que practicó Philip Dick.

Según Tiempo Argentino, en ese arco que arranca en la Modernidad y llega hasta el presente, la serie provoca cortocircuitos entre la malversación hitleriana del darwinismo, la apatía posmoderna y la revalidación filosófica del afecto que ocupa las preocupaciones recientes de Alain Badiou.

En la misma expedición temporal, Orphan Black escanea la filmografía del siglo XX para componer una constelación de detalles microscópicos, tomados de películas emblemáticas. Entre ellas: Psicosis, Los pájaros, Chinatown, Cabo de miedo, Blade Runner (la más celebrada) y Gattaca. Todo eso, plasmado de acuerdo con la ambivalencia cromática del expresionismo alemán, el cine noir y el dark.

En el comienzo de Orphan Black ocurre lo siguiente: una chica baja del tren en las inmediaciones de la ciudad de Nueva York. Hace una llamada telefónica. A pocos metros, otra chica (idéntica a la anterior), apoya la cartera en el piso, se quita los zapatos, dobla en cuatro su abrigo y salta a las vías. No obstante su perplejidad, la primera chica decide levantar la cartera y salir corriendo. La que luce la mitad de la cabeza rapada, borceguíes y remera de The Clash, es Sarah Manning y llegó ahí huyendo de un novio caduco (Vic, un extraño caso de dealer romántico). Tiene una hija (Kira) a la que, diez meses atrás, dejó al cuidado de la Señora S. quien, años antes y en Inglaterra, fue su madre adoptiva. Tiene, por último, un amigo (Félix) con el que, desde la infancia, comparte los vagabundeos por orfanatos, adicciones, hogares prestados y toda suerte de quebrantos.

La otra en cuestión (de cuya vivienda, auto y cuenta bancaria Sarah planea apropiarse) era Beth Child. La cosa se complica cuando Sarah advierte que su nueva identidad es la de una detective de la policía, investigada por la muerte de una extranjera. En los episodios emitidos hasta ahora se develó que, además de coleccionar zapatos y frascos con pastillas, Beth tenía un novio (Paul), que fue soldado en Afganistán.

Después de algunos hechos inesperados, Sarah comprobó que ambas son dos ejemplares de una colonia de clones multinacionales. Helena, Rachel, Cosima, Alison, Katja, Aryanna, Danielle y Janika completan el elenco de réplicas (algunas ya muertas), desarrolladas en el gabinete del siniestro Dr. Leekie, un Mengele hi-tech, replicado del replicante Roy Batty (el que le perdona la vida a Deckard, en la escena final de Blade Runner).

A esta altura hay decir que el ingrediente singular de Orphan Black es que la actriz Tatiana Maslany compone a todas las… ¿caídas del cielo? De hecho, lo hace con una destreza interpretativa que excede el maquillaje, las pelucas o la indumentaria, para dejar en primer plano la versatilidad gestual de la canadiense.

Vista en general, la estructura narrativa de Orphan Black imita el diagrama de una cadena de ADN, no sólo por la ocurrencia argumental de la clonación, sino porque Leekie se sirve de un circuito de «monitores» (novios, maridos y amantes, ¡cuándo no!) para actualizar la información sobre cada una de ellas. A su vez, los muchachos reportan a Olivier, un funcionario de Neoevolución, el proyecto de «evolución autodirigida», en el que todas y todos fueron, valga la paradoja, involuntariamente implicados.

Esta línea de la trama conduce a una de las notas críticas que Orphan Black enfatiza: la petulancia de la ciencia que se embarca en desarrollos, más o menos abominables, al margen de la necesidad social o el deseo de las personas y que ya sabemos adónde conduce («Somos el experimento de alguien y nos está matando»).

Algo más. Una de las clonadas, Helena (cuya espalda no tiene nada que envidiarle a la de Max Cady, en Cabo de miedo), está convencida de ser la original y, por lo tanto, un producto genuino del albedrío de Dios. Antes y después de las sesiones de autoflagelación («La locura te hace fuerte», afirma alguien por ahí), Helena debe cumplir su misión: liquidar a las copias de sí misma que sólo ofuscan la grandeza divina. He aquí otro aspecto que Orphan Black pone en discusión: sea religioso o científico, el fundamentalismo va a excusar, más temprano que tarde, una forma de violencia sobre el individuo.

Entonces, a través de la condena a la ciencia y a la religión, Orphan Black falla contra dos grandes cosmovisiones blindadas, que se adjudican el origen de la especie y la potestad del cuerpo. Desde ahí, los disparos van a alcanzar a la utopía de perfección física y espiritual (¿la pureza de la raza?). Al cabo y por momentos, sólo se rescatará el poder balsámico del amor, nunca institucionalizado ni preformateado. Por eso, aun asumiendo que son genéticamente idénticas, cada una de esas criaturas (no es un dato menor que sean mujeres) reivindica ese rasgo de identidad que, más allá de las apariencias, configura su condición de diferente.

Entre los muchos atractivos con los que Orphan Black hace feliz al espectador, hay que destacar la belleza visual. Trabajo escrupuloso que incluye planos específicos para cada una de las clones, a fin de resaltar su carácter; la iluminación ambigua sobre los rostros, en las secuencias de disyuntiva moral o dramática; la iluminación azul para acentuar los ambientes góticos; el contraste fotográfico resultante de la luz proyectada por linternas, faroles callejeros o a través de persianas. Lo que queda es un cubo de Rubik cautivante, que desafía al espectador a encontrar el ensamble correcto de cada uno de los lados que lo componen.

¿Cuándo?

Orphan Black va los miércoles a las 23 por A&E. El estreno de la segunda temporada será en los primeros meses de 2015. También se encuentra en Netflix.

Fuente: Infonews

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