La millonaria inversión de Qatar para ganar respeto futbolístico

El poderoso emirato, que será sede de la Copa del Mundo en 2022, ya probó más de 3 millones de atletas jóvenes en tres continentes. ¿Oportunidad humanitaria o negocio sin límites?



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El poderoso emirato, que será sede de la Copa del Mundo en 2022, ya probó más de 3 millones de atletas jóvenes en tres continentes. ¿Oportunidad humanitaria o negocio sin límites?




Hace poco más de una década, Andreas Bleicher, entonces director de uno de los centros de entrenamiento olímpico de Alemania, llegó a Qatar, diminuta nación del Golfo Pérsico, cortejado por la familia real para que ayudara a convertir el lamentable programa de fútbol nacional en algo que mereciera el respeto del mundo.

Había abundantes motivos para que esto resultara difícil: el país no tiene precisamente una tradición de excelencia en el fútbol. Pero había un problema que parecía insuperable. Con una población nativa de sólo 300.000 personas, Qatar simplemente no tenía suficientes jugadores jóvenes como para formar un equipo con esperanzas de poder competir. «Estábamos tratando de crear un programa nacional con un pozo de talento del tamaño que se podría encontrar en una pequeña ciudad de los Estados Unidos», dijo Bleicher.

Una de sus primeras contrataciones fue Josep Colomer, un ex buscador de talento joven, al que se atribuye por lo general haber descubierto a Lionel Messi, quizás el mejor jugador de fútbol del mundo.

Colomer, conocido por sus ideas poco ortodoxas, pronto comenzó a hablar de importar talento a Qatar desde África, donde los niños incluso de las aldeas más alejadas crecen jugando este deporte. ¿Qué pasaría si Qatar pudiera enviar buscadores expertos por toda África con la misión de identificar chicos jóvenes talentosos y ofrecerles becas para venir a entrenarse a la Academia Aspire de Qatar, el nuevo y relumbrante instituto deportivo financiado por la familia real?

De esa simple premisa derivó un plan locamente ambicioso que se extendió desde los campos polvorientos de Senegal y Kenya, pasando por los enclaustrados palacios reales de Qatar, hasta un estadio derruido en un rincón adormilado del campo belga.

Tan sólo en el primer año, Qatar probó a 430.000 chicos en 595 localidades de siete países africanos. Más de siete años más tarde, Aspire ha probado 3,5 millones de atletas jóvenes de tres continentes y escogido a los más prometedores para odiseas que abarcan todo el planeta.

La escala ilimitada del programa está en concordancia con los deseos más amplios de Qatar de establecerse como actor importante en todo lo que intenta. En cuanto a sus ambiciones en materia de fútbol, Qatar tiene un plazo para crear un equipo que se vea a la altura de un escenario mundial: la Copa del Mundo de 2022 de la que el emirato será anfitrión.

Bleicher y Colomer insisten en que han buscado los mejores atletas africanos jóvenes como una manera de proveer a muchachos qataríes de alta competencia y no, sostienen, de modo que jugadores africanos puedan vestir en masa la camiseta del equipo nacional de Qatar. Pero existe una posibilidad, aunque remota, de que algunos jugadores africanos representen a Qatar en 2022.

Sin embargo, las reglas para la radicación lo dificultan. Bleicher dijo que cree más probable que los atletas africanos terminen representando a sus países de origen, cuyo éxito revertiría a Qatar y su programa de entrenamiento.

UN CAMBIO DE IMAGEN

Sin embargo, los críticos se han mostrado escépticos desde hace mucho respecto de Aspire Sueños de Fútbol, el nombre del programa de reclutamiento internacional.

Algunos creen que Qatar finalmente intentará radicar algunos de los jugadores. Otros sugieren que el programa fue diseñado para acomodarse con el panel de la FIFA que le otorgó al país el torneo de 2022. Y algunos temen que los muchachos, seleccionados a los 13 años, terminen resultando explotados.

Pero Qatar sostiene que hay un propósito más elevado, un impulso humanitario por ayudar a una región en mala situación, al mismo tiempo que se ayuda a cambiar la imagen del emirato, que ha sido criticado por grupos de derechos humanos por el trato abusivo de trabajadores inmigrantes.

Desde el comienzo el programa fue presentado como una iniciativa para que jóvenes africanos tuvieran la oportunidad de una nueva vida, que pudiera cambiar drásticamente las posibilidades para ellos, sus familias e incluso sus comunidades.

Aspire originalmente planeaba ofrecer becas a sólo tres finalistas, que entonces irían a Doha a vivir y entrenarse. Pero una vez que los buscadores vieron la riqueza de talento disponible, elevaron sus ambiciones, llevaron el número de becas a dos docenas y establecieron que muchos de los muchachos vivirían y se entrenarían en una academia satélite instalada en Senegal. En los años que siguieron, el alcance se expandió hasta abarcar 17 países, incluidos tres en América (Guatemala, Costa Rica y Paraguay) y dos en Asia (Vietnam y Tailandia).

La transición no ha sido siempre fácil. Hay distintos idiomas, y los jugadores extrañan sus hogares. Algunos dentro de Aspire también expresaron su preocupación porque los muchachos estaban recibiendo demasiado entrenamiento y afirmaban que ocultaban lesiones por temor a ser devueltos a sus países.

«Teníamos miedo», dijo Franck Cedric Tchoutou, un camerunés que se contó entre los primeros becarios que vivieron y se entrenaron en Doha. «La mayoría veníamos de familias pobres. Estar en Qatar o en Aspire era una gran experiencia. Era una gran oportunidad. Por lo que mientras estábamos allí siempre teníamos miedo de perder nuestras oportunidades.»

El programa generó intensas críticas casi tan pronto como los buscadores de Aspire salieron a la caza de talento africano. La incomodidad en parte se debió a la historia reciente de Qatar de pagar para importar atletas extranjeros que lo representaran en competencias internacionales. El diario británico The Observer informó en noviembre de 2007 que algunos consideraban a Aspire África como «tráfico de humanos» disfrazado de humanitarismo, «con la sola intención de proveer a Qatar de futbolistas para su futuro equipo nacional».

Bleicher reconoció que al comienzo del proyecto se planteó la cuestión de si «algunos participantes jugarían algún día para Qatar, pero eso se rechazó». «No se correspondía con el propósito del proyecto y los valores de Aspire», dijo.

Aunque, como insisten Bleicher y otros, los muchachos no llegaran a jugar para Qatar en 2022, algunos vieron el programa de reclutamiento internacional como parte del esfuerzo de Qatar por ganar la puja por ser sede de la Copa del Mundo.

De las 24 naciones con delegados en el comité ejecutivo de FIFA, cinco son de países en los que opera Aspire Sueños de Fútbol. «Todo país en el que hay proyectos de Aspire debería votar por Qatar», decía una propuesta redactada por Aspire. «Cinco votos se volverían favorables vía la influencia de Sueños de Fútbol.»

Bleicher señaló que el departamento de marketing de Aspire, que creó la propuesta, no tuvo peso en la campaña para ser sede en 2022. «Muestra la pasión, pero no debe mezclarse con la acción, la realidad y la responsabilidad», dijo. Aunque no lleven la camiseta granate de Qatar, los organizadores confían en que los jugadores darán a Qatar el respeto internacional que la familia real hasta ahora no pudo lograr.

«La próxima Copa del Mundo -dijo Bleicher- será «nuestra» Copa del Mundo.»

Fuente: La Nación

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