Insuperable

Boca y River empiezan una serie única de semifinales. Arruabarrena tiene a todos y Gallardo perdió a Mora. Se paraliza al país y lo disfruta toda América.



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Boca y River empiezan una serie única de semifinales. Arruabarrena tiene a todos y Gallardo perdió a Mora. Se paraliza al país y lo disfruta toda América.




Es la gloria, la cargada, el morbo, el orgullo, la pasión, la cábala, el ruego, el sudor, la lágrima, el lamento, el grito… Es “el” juego. Tanta espera, tanto sufrimiento. El partido empieza a las 20.45, se juega desde hace semanas y seguirá por mucho tiempo.

Es la Bombonera, como también será el Monumental, que late, tiembla y se estremece. Se paraliza un país. Dos clubes lo consiguen, sólo ellos son capaces de provocar algo así en la Argentina. Porque acá hay varios clásicos, pero éste es súper.

Es la criatura que Arruabarrena enderezó después de Bianchi contra la criatura que Gallardo mejoró después de Ramón. Son los continuadores de las leyendas. El flexible 4-3-3 del Vasco frente al habitual 4-3-1-2 del Muñeco. El equipo descansado, que sólo le apunta a la Copa y no sufre bajas calificadas ante el que va por el doblete, llega baqueteado y encima en la víspera se le cayó Mora. El equipo que busca una caricia -más que una caricia sería una propuesta de matrimonio- en un año de varios cachetazos contra el que ya fue campeón, causó sensación y en el momento clave necesita volver a ser.

Es la historia recargada. La paternidad contra la racha actual. La lluvia que desvirtuó todo por el campeonato doméstico. Las ganas de verse de nuevo con el deseo, al mismo tiempo, de evitarse. Porque te quiero (enfrentar y ganar y gozar) y no te quiero ni un poquito.

Es la vehemencia de Chávez y la calidad de Teo Gutiérrez. Es la jerarquía de Gago y la experiencia de Ponzio. Es el ímpetu de Orion y la sobriedad de Barovero. Es el hambre de Calleri y la juventud de Simeone. Es Forlin y también Maidana. Es la gambeta del Burrito Martínez y la pegada y conducción de Pisculichi. Es el puesto que se ganó Marín y la regularidad de Mercado. Es el vértigo de Meli y la dinámica de Carlos Sánchez. Es la apuesta por Colazo ahí y la trepada de Vangioni allá. Es el sentido táctico de Erbes y la zurda inteligente de Rojas. Es el regreso en serio del Cata Díaz y el fantasma de Funes Mori.

Son Angelici y D’Onofrio juntos y a la par como vicepresidentes de la AFA y bastante más pero rivales lógicamente acérrimos durante 180 minutos.

Es la semifinal de ida de la Copa Sudamericana, esta competencia sombra de la Libertadores que vivirá el partido más trascendente de su historia.

Es Boca. Es River. Se juegan un lugar en una final… Es insuperable.

Fuente: Ole.com

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