Hay que divorciarse más

Cambios en la dinámica de la familia. En la ciudad de Buenos Aires no había tan pocos casamientos desde 1917. Y un tercio de las parejas que se divorcian llevaba menos de seis años juntos. ¿El fin del amor o la desaparición de los mandatos sociales? Salta, la excepción.



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Cambios en la dinámica de la familia. En la ciudad de Buenos Aires no había tan pocos casamientos desde 1917. Y un tercio de las parejas que se divorcian llevaba menos de seis años juntos. ¿El fin del amor o la desaparición de los mandatos sociales? Salta, la excepción.




Las formas de relacionarse y de componer las familias están cambiando. Según un artículo publicado por el diario Tiempo Argentino, en base a los datos de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad y el Registro Civil porteño, en Capital Federal se divorcia uno de cada dos matrimonios y el año pasado se registró una baja de enlaces (apenas 11.629) que no se veía desde 1917. En cambio, cada vez hay más hogares unipersonales y la tercera edad es la única que se atreve a dar el sí con más frecuencia que antes. ¿Cambiaron las formas de entender el amor o la gente ya no se quiere comprometer?

Para Susana Checa, socióloga e investigadora de Ciencias Sociales de la UBA y miembro del Consorcio de Derechos Reproductivos y Sexuales (CONDERS), “en los últimos cuarenta años han cambiado las pautas sociales y a la gente joven no le interesa casarse. La Iglesia Católica pautó durante años las relaciones familiares y hoy en día, como está en baja, ya casi no rige los enlaces. Sin embargo, cada vez se registran más uniones civiles por lo que la gente cree en el amor”. Así se lo dijo a Revista Veintitrés.

En 1999, en Capital Federal se registraron 16.832 casamientos, 46 por día, mientras que en la primera mitad de este año el promedio diario fue de 28, casi la mitad. Ana Wortman, investigadora del área de estudios culturales del Instituto Gino Germani, analiza que “el matrimonio en la época contemporánea no tiene razón de ser; ya no es el marco en el que se tienen los hijos o el marco del amor. Ya no existen mandatos sociales establecidos que digan que para tener hijos hay que casarse. Uno puede tener descendientes sin estar en pareja, por inseminación artificial, por ejemplo. Antes, el sexo era una consecuencia del matrimonio y el amor y hoy está, aparentemente, disociado de esas cuestiones, sin todo el discurso romántico del siglo XVIII. Desde hace unos veinte años hay mucha incertidumbre económica, social y cultural”. La investigadora recuerda el último de los cortos de Relatos salvajes, donde “todo el matrimonio es una puesta en escena, es una farsa, aunque al final aparece el amor”.

Hace una semana se promulgó la reforma y unificación del Código Civil y Comercial. Allí se facilita el trámite del divorcio –no sólo en cuanto a los plazos sino por el hecho de que se decreta jurídicamente a petición de ambos o de uno solo de los cónyuges– y se incorpora la adopción unilateral (ver recuadro), entre otras medidas vinculadas con la familia. Es evidente que la norma se está adecuando a una situación de hecho que hoy ocurre.

Un dato curioso dentro del informe es que en Salta sólo se divorcia una de cada diez parejas. ¿El índice da cuenta de una ciudad machista o de que la gente vive más tranquila y se tolera más en el interior? Para Checa, el índice responde a que “el noroeste es muy tradicional y conservador. Las áreas urbanas más desarrolladas están emparentadas con los procesos de globalización general mientras que las provincias o pueblos mantienen sus tradiciones y códigos propios. A mí no me asombra el dato: tiene que ver con una sociedad patriarcal y no con una mayor tolerancia”. Respecto de la provincia del norte, la socióloga agrega que “allí no se puede instalar la educación sexual. Es el paradigma del conservadurismo. Las parejas que se crían en ese contexto social y político responden a ese paradigma”.

Una muestra de esta realidad es el 29º Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) que tuvo lugar durante el último fin de semana en tierras de Juan Manuel Urtubey. Unas 40 mil mujeres coparon la ciudad para manifestarse a favor del aborto legal, seguro y gratuito, en contra de la violencia de género y las redes de trata y en repudio de la aprobación del artículo 19 del nuevo Código Civil, que dice que la persona humana comienza con la concepción.

Otro dato llamativo de la encuesta es que el 34 por ciento de las parejas que se divorciaron durante 2010 llevaban menos de seis años juntos. Para Wortman este dato es consecuencia de la vida moderna, de que “priman más los intereses y los proyectos individuales que los colectivos. A la gente le gusta compartir buenos momentos con el otro, situaciones placenteras, pero cada vez hay menos tolerancia al displacer. Todo es más incierto. La gente está explorando otras formas de relación y cayeron muchos mitos sobre la crianza de los hijos. La gente se dio cuenta de que puede tener hijos y criarlos bien aunque no tenga una familia tipo Ingalls”.

Desde que se sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario, el 15 de julio de 2010, hasta julio de 2014, dieron el sí en Capital Federal 2.683 parejas del mismo sexo

Para Checa, la razón es otra: la idea de separación está instalada y la gente ya no le teme a divorciarse. Los meses donde se producen mayores separaciones son marzo y abril, después de las vacaciones de verano. Aunque el pico de divorcios se produjo en 1987, cuando se sancionó la ley, cada vez se separa más gente. “Los divorcios están institucionalizados, son más civilizados y de común acuerdo. Hay una mayor conciencia de que convivir mal no es posible: no se tolera la convivencia dolorosa. Los divorcios muchas veces tienen que ver con relaciones violentas y mujeres que deciden hacerse a un lado. Hay menos tolerancia a los autoritarismos. Las mujeres somos menos tolerantes porque hay un menor sometimiento”, concluye Checa.

La única franja etaria que apuesta al amor “eterno” es la de mujeres entre 75 y 85 años. Es el único rango que registró un aumento de enlaces en los últimos cuatro años: pasaron de 49 en 2011 a 60 en 2013. Wortman atribuye estos números a que “se ha prolongado muchísimo la esperanza de vida. Incluso, ya se habla de cuarta edad. El tiempo de la jubilación es muy largo, quizá de la clase media para arriba. Los mayores viajan al exterior, siguen produciendo, pueden ser personas activas aunque lo que se valoriza hoy en día sea la juventud. Uno cuando anda por San Telmo o Palermo ve muchas parejas de la tercera edad viajando. Se ha redefinido el rol de esa edad y ya no es la clase pasiva que se dedica a cuidar a los nietos”.

Las tendencias cambian y el país se adapta a las nuevas exigencias. Desde que se sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario, el 15 de julio de 2010, hasta julio de 2014, dieron el sí en Capital Federal 2.683 parejas del mismo sexo. El primer matrimonio gay del país y de Latinoamérica lo celebraron, el 28 de diciembre de 2009, en Ushuaia, Alex Freyre y José María Di Bello: “Nos casamos en condiciones extraordinarias, viajando casi clandestinamente a Ushuaia, sin un mango, sin nuestra familia, sin amigos, sin poder decidir cuándo nos íbamos a casar. No fijamos la fecha, fue cuando la gobernadora Fabiana Ríos dijo sí”. Hoy cualquiera puede entrar al Registro Civil y sacar fecha, aunque la mayor cantidad de casamientos entre homosexuales se concentra en las grandes ciudades, y en provincias como Corrientes, San Luis y Catamarca se registran muy pocas uniones.

Otro de los últimos cambios en el terreno de las relaciones amorosas se dio en 2003, cuando comenzaron a implementarse en la ciudad las uniones civiles. El año pasado se llegó al récord de 670 firmas.

A mediados de 2007, Veintitrés reflejó en una investigación la tendencia de los matrimonios con habitaciones separadas, acompañada por una demanda creciente en el mercado inmobiliario. Una muestra de que las parejas ya no quieren compartir “el dormitorio; los olores, los rituales y los ruidos de ese pequeño mundo privado que transcurre en las inmediaciones del colchón”. Los últimos datos confirman que las formas de entender el amor cambian constantemente.

Nuevo Código Civil

¿Es lo mismo casamiento que unión civil?

No hay diferencias sustanciales, aunque el matrimonio genera una gran cantidad de efectos jurídicos que no operan en las uniones convivenciales, entre otras, las siguientes:

1) El cónyuge es heredero legitimario, o sea, la ley obliga a que un porcentaje de la herencia se le reconozca al cónyuge supérstite; el conviviente no es heredero; la única manera de que reciba en la herencia es hacer un testamento y designarlo beneficiario; aun así, hay que respetar el derecho de los otros herederos forzosos, por ejemplo los hijos.

2) El matrimonio genera un régimen de bienes, de comunidad o de separación de bienes; las uniones convivenciales exigen un pacto expreso que regule la situación de los bienes que se adquieren durante la unión.

3) Producido el divorcio, en supuestos excepcionales (por ej., se trata de un cónyuge enfermo o en estado de necesidad o vulnerabilidad), el ex cónyuge tiene derecho a solicitar una cuota alimentaria; este derecho no existe en la unión convivencial, ni siquiera en forma excepcional. No herencia, no régimen de bienes y no alimentos después de la ruptura, son efectos jurídicos de gran relevancia para observar fácilmente que no es lo mismo estar casado que en unión convivencial.

(La información pertenece a la sección Preguntas y Respuestas de la web del Nuevo Código Civil)

El “Sí, quiero” más antiguo que conserva Buenos Aires

Una de las veinte parejas que completan la antología de Sí, quiero. Las mejores historias de amor y los casamientos más famosos que pasaron por el Registro Civil, es la de Carlos Pellegrini –presidente argentino en 1890– y Carolina Lagos. Ese hombre, quien hubo de ocupar un lugar de relevancia en la vida pública del país, también tuvo su costado romántico, y como correspondía a esos tiempos contrajo matrimonio. Aquí un extracto del libro:

“Llegó el último mes del año y la ansiedad había terminado por ganarle la partida a la novia. Contó los días hasta que llegó el señalado. La boda se llevó a cabo el día de Navidad, el 25 de diciembre, en el mismo templo que se habían casado los padres de Carlos, el Socorro, en la esquina de Suipacha y Juncal. Los testigos fueron el padre de Carolina, don Juan Lagos, y la madre del novio, doña María Bevans de Pellegrini. Era un lunes de calor sofocante pero los allí presentes aguantaron estoicos y repletos de alegría ante la esperada celebración. La novia estaba más bonita que nunca. Su pelo negro contrastaba con la piel blanca de su rostro y el velo suave que la cubría. El gesto adusto de Carlos estaba intacto, la seriedad del compromiso lo requería. Las familias de ambos se dirigieron a la casa de Charcas y Cerrito: con una celebración íntima en casa de los Lagos luego de la iglesia, se selló el enlace. En esos tiempos, cuando aún no existía el Registro Civil, los bautismos, matrimonios y entierros quedaban registrados por la Iglesia. Se los llamaba «registros parroquiales», y desde 1857, el gobierno de la provincia de Buenos Aires había reglamentado la forma en que debían llevarse esos registros, que eran la fuente de información de los hechos vitales de la ciudad. Los curas católicos, y los capellanes y pastores de los cultos reformados, eran los encargados de llevar los registros de los estados civiles de los habitantes del Estado. A partir de 1884, con la entrada en vigencia de la Ley 1565, el encargado sería el flamante Registro Civil. Y la partida de casamiento de Carlos Pellegrini y Carolina Lagos se convertiría, con el tiempo, en uno de los registros matrimoniales más antiguos que conservaría el Registro Civil de la ciudad.

Cuatro días después del casamiento, Carlos le envió una carta a su hermana Julia, que residía en la ciudad de Hamburgo junto a su marido Martín Meyer. Era evidente que comenzaba una nueva vida para el abogado, periodista y político argentino. El amor y el matrimonio le abrían un camino inédito. Así escribía el futuro presidente:

«Te escribo desde mi nuevo hogar. Yo ya no soy yo, porque me he visto de la noche a la mañana cambiado en dos. Durante mi sueño, algún ángel bueno me sacó una costilla y con ella formó una nueva Eva. Al despertar la vi a mi lado, y la tierra me parece un Edén. Estoy gozando de él sin temor y sin zozobra, porque siento y comprendo que si la primera Eva fue la perdición de Adán, la nueva será la salvación de tu hermano. Si antes hubiera adivinado todo el mundo de delicias que hay en la vida que hoy llevo, hubiera deseado nacer casado… ¡Cuán desgraciado debe ser el que nunca ha querido!…»

Sin embargo, esta no es la única referencia que hizo acerca de las mieles del casamiento. Pellegrini era un político de raza pero eso no le impedía demostrar en el ámbito público los vaivenes de su corazón. Luego de veinte años de matrimonio, le escribía a Leandro N. Alem:

«Vivo en casa de piedra, y allí he formado un hogar conocido, respetado y honesto. Es este un requisito indispensable para mantener una posición social que corresponde a la posición política».”

Los números del amor

11629 parejas se casaron en 2013 en la ciudad de Buenos Aires, la cifra más baja desde 1917.

50 por ciento de los matrimonios termina divorciándose en Capital Federal. En Salta se separa sólo el 10 por ciento.

60 mujeres de entre 75 y 83 años dieron el sí el año pasado: el único rango etario que aumentó el número de enlaces.

670 uniones civiles se registraron en la ciudad en 2013, una cifra récord desde 2003.

34 por ciento de las parejas que se divorciaron durante 2010 llevaban menos de seis años juntos.

6 de cada 10 divorcios son iniciados por mujeres de aproximadamente 35 años.

Fuente: infonews.com

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