Lo mejor del Music Wins

Con Metronomy, Tame Impala, Mogwai y muchas bandas más, el festival tuvo su primera edición en Mandarine Park; repasamos cinco de los momentos más destacados



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Con Metronomy, Tame Impala, Mogwai y muchas bandas más, el festival tuvo su primera edición en Mandarine Park; repasamos cinco de los momentos más destacados




Tame Impala. En los últimos años, Buenos Aires acusó recibo del crecimiento global de la banda liderada por Kevin Parker. Su lugar como cabeza de cartel del Music Wins es el último eslabón de una cadena que comenzó con dos shows en Niceto en 2012 y continuó con otro doblete en Vorterix al año siguiente. La premisa es la misma mientras la convocatoria aumenta: «Solitude is Bliss», «Why Won’t You Make Up Your Mind?» y «It Is Not Meant To Be» son grageas efervescentes de psicodelia destinada al estímulo de las percepciones, en donde las canciones tienen la misma prioridad que el manto etéreo y envolvente en el que se las interpreta. Cuando la invitación al viaje ya se pone un tanto riesgosa entre tanto juego de luces y visuales alucinógenas, «Elephant» entrega el costado más garagero de Tame Impala, hasta que «Mind Mischief» vuelve al punto de partida. Estrobos de colores, efectos de sonido vintage y teclados analógicos. Las pupilas dilatadas para apreciar la vida en tecnicolor.

Mogwai. A pesar de no cerrar la grilla, el regreso de los escoceses Mogwai definió la segunda noche del festival. Con un set de una hora y media, la banda volvió a generar esas atmósferas densas con su postrock casi completamente instrumental, por momentos tan distorsionado, por momentos tan minimalista. Como en La Trastienda (cuando vinieron en mayo de 2012, pero con la dispersión propia de los shows al aire libre), Mogwai construyó su pared sonora con un frente espeso de guitarras y el complemento perfecto del juego de luces, colores y altibajos emocionales. Las piezas que podrían llamarse hits estuvieron presentes (desde «Mogwai Fear Satan» hasta «Rano Pano») pero lo que volvió a impactar es la capacidad infalible de llevar su sonido hasta -casi- los confines del silencio para romper en un estallido extremo e inmediato, erizando todo a su camino. Esto, suponemos, es lo que pasa después del rock.

Metronomy y la apertura. Después de sendas presentaciones de El Remolón y Morbo y Mambo, al grupo de Devon le tocó de oficiar de bisagra entre los shows en vivo y los DJ sets de la primera jornada del festival. La apuesta tuvo sentido: aun cuando sobre el escenario privilegia la tracción a sangre por sobre las programaciones, Metronomy tiene con qué calentar la pista de baile. «The Look», «Reservoir» y «Love Letters» se sostuvieron en el groove preciso de Anna Prior y Olugbenga Adelekan, mientras Michael Mount indicaba las coordenadas hacia la fiesta cuando la carpa blanca de Mandarine comenzaba a llenarse. El clima ralentado de «Month of Sundays» fue una falsa señal de alarma, porque al poco tiempo «The Bay» y «You Could Easily Have Me» llevaron el clima a su punto más alto para la despedida, un agite eufórico que tuvo su línea de continuidad ya entrada la madrugada del lunes, de la mano de Four Tet y esa máquina disparadora de mashups afiladísimos llamada 2ManyDJ’s.

Yann Tiersen. En algún lugar de su universo privado, Yann Tiersen divisa películas imaginarias. Su música oficia como la banda de sonido de un film que no existe, pero que de algún modo se materializa a medida que el tiempo corre. En su tercera visita a Buenos Aires, el músico francés hizo hincapié en las canciones del reciente Infinity («Meteorites», «Slipping Stones»), y brindó un repaso a varios paisajes de su discografía, en donde convive la música erudita con la experimentación, en un contexto en el que es tan válido que se lleve al hombro un violín o se cuelgue una Fender Jaguar. Todo transcurre entre aires de chanson, minimalismo y momentos de experimentación sonora, como para dejar en claro que hay mucho por recorrer más allá de Amélie. Recién una vez que deja eso en claro, Tiersen sopla dos, tres veces su melódica celeste para marcar el comienzo de «La dispute», y el gesto se convierte mitad en concesión, mitad en firma de armisticio con su propio pasado.

Rock nacional, andino, latino, del mundo. En Mandarine Tent, el escenario indoors del festival, la segunda jornada contó con varias presencias locales. Por ejemplo, Les Mentettes presentaron su nuevísimo Between Ones and Zeros, D.I.E.T.R.I.C.H. llevó a la carpa su cuelgue instrumental y Los Álamos entregaron una de sus escasas presentaciones anuales con temas del reciente Luces blancas y paisajes de spaghetti western dibujados por su narco country, su psico folk cosmopolita. Los chilenos Astro siguieron después del delirio bailable de Kakkmaddafakka, made in Norway, pero El Mató volvió a poner la cuestión nacional sobre el tapete para cerrar no solamente ese escenario sino todo el festival.

Fuente: Rolling Stone

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