Toy Story 4: la misma aventura, pero con elenco ampliado

El regreso de la pandilla de juguetes, en un cierre con gusto a poco



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En el caso de la saga de Toy Story, después del perfecto cierre que aportó la tercera entrega del cuento que cambió la animación para siempre, una nueva película se parece bastante a esos films con demasiados finales. Tan brillante fue la película anterior que en comparación cualquier intento de continuación iba a ser inevitablemente decepcionante. Y lo es. Toy Story 4 está bastante lejos de la maestría y el ingenio desplegado en sus antecesoras, especialmente la tercera película, que culminaba con el fin de una era: Woody y el resto de los juguetes pasaban del cuarto de Andy, listo para irse a la universidad, al de la pequeña Bonnie, feliz con sus nuevos amigos de plástico y peluche.

Aquella lección sobre el paso del tiempo, la necesidad de aceptar los cambios y la melancólica alegría de empezar de nuevo vuelven a aparecer en esta nueva película, como si alguien hubiese pensado que el final de la anterior necesitaba más espacio y tiempo de desarrollo. El resultado de esa decisión es un film entretenido, repleto de impresionantes logros visuales que no dejan de sorprender -a pesar de la calidad a la que Pixar tiene acostumbrados a los espectadores hace más de dos décadas-, pero que al mismo tiempo no aporta nada demasiado novedoso a lo que ya se había contado antes y mejor.

El nuevo favorito de Bonnie es Forky, un juguete que la nena confecciona con sus propias manos a partir de un tenedor de plástico y algunos materiales de descarte. Así, la trama le da espacio a esa proclividad de algunos chicos de entusiasmarse más con el envoltorio del regalo que con el regalo mismo.

Fuente: La Nación

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