Otros brotes obligaron a cientos de instituciones educativas a cerrar. En todo el país, decenas de miles de estudiantes y maestros fueron puestos en cuarentena. «Definitivamente no deberían hacer lo que hemos hecho», aseguró tras esta experiencia Eli Waxman, profesor del Instituto Weizmann de Ciencias y presidente del equipo que asesora al Consejo de Seguridad Nacional de Israel sobre la pandemia. «Fue un gran fracaso», agregó.
Según los expertos, incluso las comunidades que lograron controlar la propagación del virus deben tomar precauciones estrictas al reabrir las escuelas. Es probable que las clases más pequeñas, el uso de máscaras, el mantenimiento de escritorios a cierta distancia y el suministro de ventilación adecuada sean cruciales hasta que haya una vacuna disponible.
«Si hay un número bajo de casos, existe la ilusión de que la enfermedad ha terminado», dijo a The New York Times el doctor Hagai Levine, profesor de epidemiología en la Facultad de Salud Pública de la Universidad Hebrea-Hadassah. «Pero es una ilusión completa», sentenció.
«El error en Israel», agregó, «fue que podés abrir el sistema educativo, pero tenés que hacerlo gradualmente, con ciertos límites, y debes hacerlo de una manera muy cuidadosa».
El manejo de la pandemia por parte de Israel se había considerado exitoso al principio. Entre otras medidas, cerró sus escuelas a mediados de marzo e introdujo el aprendizaje remoto para sus dos millones de estudiantes. Sin embargo, a mediados de mayo, envalentonado por la caída de las tasas de infección y con el objetivo de reanimar una economía devastada, el Gobierno reabrió por completo los centros escolares.
Finalmente tuvo que cerrar más de 240 escuelas y puso en cuarentena a más de 22.520 maestros y estudiantes. Al terminar el año escolar, a finales de junio, 977 alumnos y docentes habían contraído el coronavirus.