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“Pasamos del champán al agua mineral Perrier en una semana”. La frase de un viejo militante de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, citada por Le Parisien, resumió el desencanto que reina hoy en las filas de la ultraderecha francesa después de su derrota en el balotaje de las elecciones legislativas del domingo en Francia.
El nuevo pacto entre el oficialista Juntos por la República de Emmanuel Macron y la izquierda del Nuevo Frente Popular lo volvió a sacar de la pista en la última vuelta a pocos metros de la bandera a cuadros del Palacio del Eliseo.¿
La euforia que siguió a su triunfo en la primera ronda de los comicios del 30 de junio viró en una enorme decepción. Pero la derrota no fue estrepitosa. Volvió a perder una enorme posibilidad de formar gobierno, pero sigue creciendo y se convirtió en una fuerza con un enorme brazo político capaz de condicionar cualquier ejecutivo que logre sortear la atomización parlamentaria.
“La realidad es que crecieron enormemente si se piensa en cuántos diputados tenían y los que tendrán ahora”, graficó a TN la escritora e ilustradora argentina Claudia Bielinsky, residente desde hace más de tres décadas en Francia. De hecho, la derecha radical tenía 89 diputados en la Asamblea Nacional saliente y ahora la bancada tendrá al menos 141 escaños (necesitaba 289 para alcanzar una mayoría absoluta). En 2017 tenían solo 8.
La izquierda obtuvo la primera minoría (con 177 diputados, más otros 12 independientes de izquierda), seguida por el macronismo (160) y la derecha conservadora (60). “Ahora la situación es complicada, ya que nadie tiene mayoría y el Nuevo Frente Popular no es un partido, sino una juntada heterogénea. Si no logran que las cosas cambien, en tres años la Agrupación Nacional estará otra vez a las puertas del poder en las elecciones presidenciales. Van a trabajar para impedir todo progreso (del nuevo gobierno) y así poder jugar a futuro”, indicó.
Fuente: TN.com