El Gobierno llama a la UIA para calmar la pelea por inversiones e importaciones

Macri dio la orden y Peña y Cabrera recibirán a los dirigentes industriales el lunes a la Casa Rosada, en un gesto para darle punto final a la escalada pública



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En medio del crecimiento de las tensiones por declaraciones cruzadas entre funcionarios nacionales y los empresarios industriales el Gobierno convocó a la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) para el lunes próximo a la Casa Rosada, con el fin de dialogar sobre las medidas que viene reclamando el sector fabril, e intentar ponerle punto final a una disputa.

La decisión se tomó luego de una reunión de la «mesa chica» en la residencia oficial de Olivos, en la que Macri que viene respaldando a su ministro de Producción, Francisco Cabrera le dio la orden al funcionario y al jefe de Gabinete, Marcos Peña, de que reciban a los dirigentes de la central fabril.

El llamado busca descomprimir una pelea que se venía gestando y que en los últimos días, y en horas antes incluso de la orden de Macri, escaló con frases que se parecieron más al discurso que supo esgrimir el kirchnerismo que al diálogo que dice incentivar el macrismo.

Así se pasó en pocos días del «hay que dejarse de llorar» de Cabrera a la poca habitual respuesta de parte del gigante Arcor, a través de su gerente y también vicepresidente de la UIA, Adrián Kaufman Brea: «los empresarios no lloramos, solo defendemos la competitividad de nuestra industria».

Pero hasta ayer a la tarde, antes de la decisión de Macri, todo hacía suponer que la escalada iba a continuar. Tanto que Peña no dudó en señalar que «no hay un enfrentamiento con los empresarios; no creemos en generalizaciones, hay excelentes empresarios que levantaron la voz en momentos difíciles, que tuvieron la dignidad de plantear el rechazo a la corrupción». Pero, claro, ya estaba lanzado y señaló que también «muchos otros tal vez tenían más temor o dudas, y tampoco los juzgamos, porque su trabajo más importante es crear empleo, seguir invirtiendo».

Y profundizó: «A veces hay conductas que no quieren competencia. Estamos en una democracia republicana y capitalista que cree en la competencia; muchas veces hay acostumbramiento a ciertas conductas que en todos los países, y acá también, son delito».

A metros de Peña escuchaba impertérrito el dirigente industrial José Urtubuey, el hombre que ya había adelantado que no les gustaban las «bravuconadas».

Macri, que ahora prefirió frenar la escalada y mandó a llamar a la central empresaria para invitarlos a la Rosada, es el mismo que les dijo «yo los conozco a todos» y que el día de la industria del año pasado señaló, en forma de chiste, «todo los que hicimos para simplificar y quitar burocracia le ahorró a la industria $ 2.700 millones por año. ¡Pueden aplaudir! ¿O pretenden que esté todo el discurso sin tomar agua?».

En el entorno del Presidente reconocen que hay recelo. Que siente que gran parte de esos hombres de negocios que apoyaban en la previa hoy no hacen el esfuerzo necesario.

Desde el lado de los industriales explican que la realidad es que «mientras por un lado la Rosada pide invertir al mismo tiempo estimula fuerte el negocio financiero, lo que está generando mayor rentabilidad y tiene menos conflictividad».

Pero, a pesar de todo, hay «desconcierto» por el estado de situación de la relación.

«Incentivan la timba financiera, abrieron las importaciones de manera indiscriminada, aceptaron tomar al mercado de China para las denuncias por dumping, algo que hasta ahora nadie había habilitado y abre una puerta muy compleja a futuro. A esto se le suma que los costos locales para exportar son cada vez más altos y nos acusan de no querer hacer nuestro trabajo, que es exportar», explican a El Cronista socios de la central patronal.

«Estamos viviendo una situación compleja, no hay una política industrial, las pymes están sufriendo un fuerte incrementos de los valores de los servicios con un achicamiento del mercado local porque cae el consumo o porque tiene que competir con productos importados».

Un detalle no menor es que, aunque la relación no era la mejor, el Gobierno habilitó con fuerza la importación de tomate enlatado alcanzó a los 10 millones de latas de tomates importadas de Italia en 2017 lo que significa un problema para dos de las principales empresas argentinas: Arcor y Techint.

«Salieron a discutirle a un peso pesado como Arcor, una empresa que no sólo que es líder en el mundo en su sector sino que es local y que genera trabajo. A esto se le sumó otro gigante como Techint que pierde en el negocio de las latas. Esto fue suficiente para encolumnar al resto de los industriales detrás de las espaldas de Paolo Rocca y de Luis Pagani», señalaba un industrial del interior del país.

Además, desde la industria de la alimentación se suma otro posible conflicto. En las empresas alimenticias siguen de cerca dos proyectos de ley del oficialismo que están en Congreso relacionados con el etiquetado de los productos y los datos que deberán contener tanto desde el punto de vista de lo que tiene sino del tamaño, último dato que en épocas de crisis las empresas suelen utilizar para reducir tamaños para no subir precios.

Fuente: El Cronista 



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