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El minuto de silencio se transformó genuinamente en un instante mágico de aplausos y ovación. Leandro Paredes y Claudio Úbeda, su exayudante de campo y convertido en su DT sucesor, soltaron globos azules y amarillos con tres estrellas doradas, una por cada título que ganó, y además una camiseta con el número 1956 -el año de su nacimiento- con el símbolo de infinito. En un palco, su familia observaba la escena, emocionada. Aunque el entrenador en el banco fue Úbeda aquel 18 de octubre último ante Belgrano, la voz del estadio lo recordó a él: “Miguel Ángel Russo”.
La Bombonera explotó aquella tarde, como en las noches de gloria: “Muchas gracias, Miguelo; muchas gracias, Miguelo; vos no diste la copa, vos no diste alegrías, lo que hiciste por Boca no se olvida en la vida”. El estadio lució como a Miguel le gustaba: repleto, colorido, lleno de vida. Luego, el partido terminaría con derrota ante el equipo cordobés, pero ésa es otra historia.

Finalmente, aquella camiseta que honró al DT y se soltó al aire antes de aquel partido, ensayó una inesperada travesía por el cielo y tuvo un desenlace curioso. Sucedió que dos días después del contundente triunfo en el superclásico ante River, se supo que la casaca azul y oro aterrizó… en otro país. Cayó en Cañada Nieto, en el partido de Soriano, en el sudoeste de Uruguay, donde viven solo 430 habitantes. “Un joven productor rural de Soriano trabajando en el campo se encontró con algo que brillaba, era la camiseta homenaje a Russo que Boca Jrs mandó al cielo en memoria al ex entrenador fallecido recientemente”, contó en su cuenta de X @Pepe_Temperan, periodista uruguayo quien informó el hallazgo.
Las fotos no dan margen para las dudas y dan cuenta de la histórica pieza: los globos desinflados estaban todavía atados a la camiseta con la inscripción intacta de “1956-∞“. Y lógicamente, el productor no pudo evitar la sorpresa al encontrarse con la camiseta.
La imagen de Miguel Angel Russo perdura y Claudio Ubeda no pudo evitarlo: apenas terminó el superclásico sus lágrimas se escaparon sin pedir permiso en medio de la efervescencia generalizada que se vivía en la Bombonera luego de un gran triunfo de Boca sobre River, superando ampliamente al eterno rival. En la euforia, primero se abrazó con su ayudante Juvenal Rodríguez y después con cada futbolista que se cruzó en su camino al túnel. Entre ellos, uno muy especial con Leandro Paredes.
Fuente: La Nación