El duro regreso: crecen los casos de estrés posvacacional

Cuanto mayor es la desconexión durante el verano, más difícil se torna readaptarse a los deberes cotidianos. Cómo es la patología.



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Cuanto mayor es la desconexión durante el verano, más difícil se torna readaptarse a los deberes cotidianos. Cómo es la patología.




Más allá de las buenas intenciones de amigos, familiares y compañeros, no debe haber mensaje más duro para arrancar el año después de volver de las vacaciones que el clásico y terrible «¡Bienvenido!». Por muchas pilas que se hayan recargado durante los días de descanso, la realidad es que cuesta volver a retomar la ajetreada rutina diaria, el trabajo, el estudio, las obligaciones cotidianas. ¿El resultado? Es cada vez más habitual que el regreso venga acompañado de lo que algunos especialistas denominan «estrés posvacacional» y que, para alivio de todos, suele durar sólo esos primeros días de readaptación a nuestras vidas de siempre.

«Siempre siento que las vacaciones se me pasan muy rápido y, cuando me quiero acordar, ya estoy de vuelta, como si no me hubiese ido», le resumió Yésica a Tiempo Argentino, acerca de esta sensación que la invade cuando retoma sus actividades como arquitecta. Algo parecido expresa Pablo, que tiene 20 años y decidió pasar las fiestas y dos semanas de descanso junto a la familia en su Misiones natal: «Cuando te vas de vacaciones, no querés volver más. Cuesta regresar a las obligaciones, a la rutina, a lo mismo de siempre y al quilombo de la ciudad… Hay veces que incluso llegás más estresado que cuando te fuiste. Lo bueno es que el bajón se va al toque con la primera semana de trabajo.»

«No es un buen concepto el de estrés posvacacional, porque no representa una patología: lo que  sucede a la vuelta de las vacaciones es un fenómeno observable que le pasa a la mayoría de las personas, mientras que el estrés es una enfermedad», asegura la psicóloga Carmela Rivadeneira, especialista en terapia cognitivo-conductual. «Lo que se observa es una discrepancia entre un contexto y otro: uno asociado al descanso y al placer y otro a la rutina y, a veces, al displacer. La primera semana después del regreso suelen aparecer síntomas de depresión que no significan una depresión en sí misma; es más bien un bajón vinculado a la sensación de expectativas de lo que viene y del reencontrarse con la rutina», explica, y propone algunas ideas para atravesar mejor ese momento, como volver uno o dos días antes para aclimatarse y no sobreexigirse en el comienzo.

Está claro que, cuanto mejores son las vacaciones y mayor el disfrute y la desconexión del veraneante respecto de las actividades cotidianas, más difícil le resultará volver a reinsertarse en su mundo habitual. Así y todo, muchas veces es inevitable pasarse los últimos días tirado en la playa o escalando una montaña y aún así especulando –al menos de a ratos– con la cuenta regresiva para el final del tan esperado descanso.

«Claro que cuesta empezar de nuevo… Porque, además, los últimos días de las vacaciones uno ya se los pasa pensando en que tiene que volver al trabajo o en cosas que te quedaron pendientes y hasta anticipando problemas que, quizás, después ni aparecen. Y todo lo que descansaste en esos días, cuando empezás a trabajar, te parece que hubiera pasado tan rápido que pronto ya te volvés a estresar», explica Lisandro, que acaba de reencontrarse con su guardapolvo blanco de médico.

La psicoanalista Mirta Nakkache, directora y fundadora del equipo interdisciplinario «¿Es estrés-laboral?», aporta otra perspectiva: «Cuando hablamos del estrés, siempre lo formulamos como una pregunta. No debemos uniformizarlo, considerar que un síntoma puede aplicarse de modo general, sino ver caso por caso. Hay un estrés negativo, que nos hace decir ‘no voy a poder’, y otro que no lo es y que tiene que ver con la adrenalina de volver al trabajo, calentar motores, analizar los recursos para tomar decisiones. Si se lo considera de inmediato ‘estrés laboral’, la persona ya queda congelada en eso y no se da cuenta que es normal necesitar un tiempo para volver a reincorporarse a la vida habitual», agrega la licenciada, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

En la misma sintonía se expresa Patricia, psicóloga de 51 años, cuando asegura que se trata de algo «muy subjetivo y que depende de cada uno. A veces me agarra algún sentimiento nostálgico cuando llego de vacaciones pero, en general, me engancho rápido, más allá de que la primera semana uno está un poco allá y un poco acá.» Si bien cree que cada sujeto puede atravesar esta situación de distintas maneras, también trata de encontrar alguna respuesta a ese «malestar» que aparece cuando se desarman las valijas: «Cuesta volver porque, si uno se va a lugares muy tranquilos y relajados, el contraste es muy fuerte con la vorágine de una ciudad como esta y, entonces, es necesario readaptarse, con la demanda de una energía mayor a la que demandaba ese otro lugar más calmo y sin las exigencias de la vida laboral y social. En mi caso, al regresar, trato de quedarme un poco en casa, salir con amigos y retomar las actividades habituales de a poco.»

Después de disfrutar de unas merecidas vacaciones, lo importante parece ser reacomodarse de a poco a la vida de siempre, tratando de respetar –como define la licenciada Nakkache– los tiempos propios y no sucumbir de inmediato al veloz ritmo del trabajo, la ciudad o la época: «En las vacaciones, la brújula cambia y uno tiene que volver a reorientarla. No hay que asociar ese malestar inicial con depresión o enfermedad; se trata de volver a ajustar el reloj interno, que se mide a partir de las circunstancias. Eso necesita tiempo, y ése tiempo es el de cada uno».

Fuente: Infonews

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