Secretos en el Vaticano: el Papa recibe más visitas de sindicalistas que de políticos desde la Argentina

Francisco se mantiene contacto permanente con la situación del país. Nadie en la Santa Sede cree que desconocía el acercamiento de un grupo de obispos a Hugo Moyano, pese a sus complicaciones judiciales.



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De lo que ocurre tras los muros vaticanos entre el Papa, la Argentina y los argentinos, en realidad es poco lo que se sabe. Del general Charles De Gaulle se decía que tenía una gran ilusión: la Francia; y una gran desilusión: los franceses. No es el caso de Jorge Bergoglio, que mantiene intacta la gran pasión laica de su larga vida: la política; lo que le obliga a darles una chance contra el escepticismo a los compatriotas.

Pero la Argentina es una pasión amorosa tormentosa para este jesuita de la cabeza a los pies, que entre sus virtudes y defectos incluye datos imprescindibles de la política: la manipulación, los tejes y manejes, un poco de macaneo cuando cree que hace falta, los silencios tácticos, las sonrisas cautivadoras y los enojos faciales como indicadores.

Toda esa panoplia es usada con la nutrida cantidad de argentinos que en estos años de pontificado han logrado verlo, hablarle, escribirle y telefonearle. Aquí en el Vaticano, Francisco y la Argentina son un caso aparte, bien aparte, de la aplastante tarea de la que tiene que ocuparse Jorge Raúl Bergoglio Sívori en su pontificado terrestre que acumula problemas en relación cien a uno más graves y complejos de lo que pasa en aquel remoto rincón del planeta en el que nació y que no es el fin del mundo.

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Los temas políticos, las relaciones personales con personajes nacionales, la familiaridad tan amplia con los sindicalistas de todo pelaje, que tienen más entrada con Bergoglio que los mismos políticos, entrecruzan miles de informaciones y chismes que terminan en el agujero negro que todo se traga: el discernimiento del Papa argentino.

Es más por deducción que por información que se llega a conclusiones que pueden estar erradas, porque Bergoglio maneja con gran reserva todos esos hilos y nadie, nadie, puede decir que sabe a ciencia cierta lo que pasa por los laberintos internos bergoglianos.

En primer lugar, de la gente que viene de allá y lo vé, solo se sabe que estuvo un 30-40%. En general son los interlocutores que hablan los que dan su versión de lo que dice Bergoglio. Muchos visitantes entran por una puerta del Vaticano cercana a la Casa de Santa Marta, el hotel interno vaticano donde se aloja el Papa, que da a un costado muy poco controlado de los muros vaticanos. Por allí entran y salen los que no deben mostrarse a la luz de las candilejas. De una parte se sabe que estuvo. De los otros se conoce poco y nada. Pero en total son tantos y el andariviene es sostenido.

A los temas políticos, a las tenidas con los viejos amigos sindicalistas, se agrega por lo visto una novedad: la interna misma en la Iglesia argentina, que se destapó como un corcho de champán demasiado agitado con los últimos movimientos de obispos en torno a la figura de Hugo Moyano y sus hijos. El obispo Radrizzani aseguró que él no había llamado al Papa para avisarle que daría una misa campal en Luján de fuertes contenidos favorables al kirchnerismo. “Yo no lo llamé y el no me llamó”, dijo. Yo señor, no señor. ¿Pues entonces quién lo tiene?

Por deducción se puede alegar que es imposible que un obispo no le informe al Papa que está metiendo hasta el cuello a la Iglesia argentina (Papa incluido) en el centro de la tormenta perfecta con la convocatoria de la misa de Luján.

¿En nombre de que, el obispo Radrizzani no llamó al Papa Bergoglio, que tiene en sus manos las riendas cortas de la política y los juegos de poder en Argentina y que fulminaría a cualquiera que intentara puentearlo o manipularlo, de acuerdo a aquel lema no bíblico que reza: a papá mono con bananas verdes?

Siempre por deducción, se puede pensar que el control de estos últimos movimientos que agitan la interna política eclesiástica pasa por otro lado. Radrizzani no tenía que avisar (Bergoglio sabe además hacerse entender cuando alguien le dice algo pero “conmigo no hablaste”) porque en esa tarea estaban….

Tal vez el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones, jesuita amigo del Papa, muy crítico del gobierno, que recibió a Hugo Moyano en medio de un tormento judicial a su hijo Pablo y que no adhirió a la misa de Luján, un claro movimiento de bajo perfil. No hay que olvidar que el obispoRadrizzani era muy kirchnerista durante la era Kirchner, cuando Jorge Bergoglio era un enemigo del poder. Y que esta línea le costó un pase de factura que mortificó su carrera interna.

Pero entonces ¿Por qué el Papa dejó que el obispo Radrizzani consumara la operación misa de Luján con Hugo Moyano y la presencia estelar que lo acompañó?

Es probable que alguno se haya cortado solo en esta historia y que el Papa haya sabido o entrado a destiempo a bailar una Danza del Fuego, en la que la Iglesia y el mismo Bergoglio podrían salir chamuscados.

La conducción de la estrategia eclesiástica da la impresión que sufrió algún cortocircuito que costará reparar. Pero poco y nada se sabe de lo que se está cocinando a estas horas entre la Casa de Santa Marta y el país de los argentinos con las líneas de comunicación más reservadas que nunca en las altas esferas. Por la sencilla razón que son muy pocos los que verdaderamente intervienen y reciben consultas de Francisco, que debe estar reorganizando los caminos ideales para garantizarle a la Iglesia y a él mismo no perder el precario equilibrio en el drama argentino que está cada vez más difícil de comprender y que puede tener un sobresalto descontrolado en 2019, que se acerca pleno de insidias peores que las actuales.

 

Fuente: Clarìn

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