¿Por qué los zapatos dicen tanto de nosotros?

Protagonistas de cuentos, leyendas y novelas desde la Grecia antigua, capaces de mejorar o de arruinar un atuendo, los zapatos son una pieza clave del guardarropa y dicen mucho más de nosotros de lo que imaginamos. ¿Por qué?



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Nacidos entre el 8000 y 7000 A.C como bolsas de cuero con cordones para guarecer las extremidades de las inclemencias del clima, y luego devenidos sandalias en la antigua Grecia y en Egipto, donde ya tenían una significancia de estatus, el zapato disparó historias fantásticas que llegan hasta nuestros días.

Ya la poetisa Safo de Lesbos (620 AC-580 AC) y el geógrafo Estrabón (64 AC-24 DC) dieron cuenta de la historia de Ródope, una esclava griega que llegó a Egipto y vivió penurias hasta que un halcón le robó una sandalia y la dejó caer en el regazo del faraón. Entonces, el faraón se obsesionó con aquella sandalia caída del cielo y comenzó a buscar a su dueña por todo Egipto, a quien finalmente encontró y desposó tras probarle el calzado y comprobar que le pertenecía.

Para Susana Saulquin, especialista en sociología del vestir y creadora de la carrera de diseño de Indumentaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA), los zapatos “son fundamentales: nada tiene ni su trasfondo ni significancia”. “Los zapatos son importantísimos, básicamente, porque es dónde te asentás, dónde estás parado. Los zapatos indican poder”, aseguró la socióloga, autora de cinco libros sobre moda, en diálogo con Télam Tendencias.

Para empezar el zapato es “un fetiche porque es cóncavo y convexo, y es ahí donde vemos la doble condición”: mujer-hombre, o sea la cavidad interna y su opuesto, el lado externo de la curva. Y claro está que el taco aguja es el mejor representante de ese fetiche. Cuando una mujer se pone tacos cambia completamente su actitud.

Los zapatos despertaron también pasiones en el cine, como ocurrió en 1957 con los mocasines Ferragamo que usó Audrey Hepburn en “Funny Face”, o con las chatitas negras con hebilla dorada diseñadas por Roger Vivier, que llevó Catherine Deneuve en «Bell de Jour», diez años después. Fue justamente Ferragamo quien revolucionó el mundo del zapato poco antes de comenzar la década del ‘40 con sus plataformas, nacidas a partir de las necesidades de una Europa en crisis por la Segunda Guerra mundial. “Ferragamo fue el primero en hablar de funcionalidad porque más allá de sus maravillosos diseños él buscó femineidad, pero sobretodo funcionalidad. Sus zapatos fueron un shock para Italia”, enfatizó la especialista.

Hace dos años el museo Victoria & Albert de Londres les dedicó una muestra llamada “Shoes: Pleasure and Pain” (Zapatos: placer y dolor). La exhibición se dividió entre tres temáticas: el zapato como símbolo de transformación, de estatus y de seducción. Compuesta por 250 pares, la muestra fue un repaso de la historia del zapato, desde las sandalias de suela de oro de un faraón egipcio, pasando por el diminuto “zapato de loto” de las mujeres chinas cuyos pies eran vendados y masacrados para que no crecieran, hasta los vertiginosos “Angel Wing”, diseñados por Alexander McQueen para Lady Gaga.

Saulquin apunta que zapatos como los del diseñador francés o los del español Manolo Blanhnik son responsables de los que hoy en día vemos en la calle: diseños exagerademente grandes y toscos. «Hoy estamos frente a una reacción al tipo de zapatos que yo llamo de ´limousine´. A esos que usaba Sarah Jessica Parker (Carrie) en Sex and the City». La socióloga se refiere a los zapatos de Blanhnik, bautizados en la serie e inmortalizados como los «Manolo´s», el objeto más deseado de la famosa serie estadounidense.

Fuente: Télam

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