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Apenas habían pasado las 9.30 de la mañana y el helicóptero presidencial llegaba a las inmediaciones de la Casa Rosada. El arribo de Mauricio Macri a Balcarce 50 desde la quinta de Olivos coincidió, casualidad o no, con el ingreso más impactante del día: el la de la expresidenta Cristina Kirchner a Tribunales para presentarse ante el juez Claudio Bonadio en la causa originada por los cuadernos de las coimas.
«Total normalidad», fue la consigna repetida puertas adentro del Gobierno. El Presidente y sus ministros mantuvieron la agenda de trabajo prevista e ignoraron -al menos en lo formal- la declaración de Cristina, que apuntó contra su adversario político en el escrito que le dejó a Bonadio. También hizo foco en Macri desde las redes sociales.
Muy temprano, Macri llegó al club Ramsay, en el barrio de Belgrano, donde funciona un centro de rehabilitación para discapacitados. Junto a la vicepresidenta Gabriela Michetti, saludaron al esgrimista Alejandro Palavecino, antes de emprender el viaje hacia la Casa Rosada, donde compartió la reunión diaria de coordinación con el jefe de gabinete Marcos Peña, sus vicejefes Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
En los despachos, todos los televisores estaban encendidos en los canales de noticias que daban cuenta de lo que ocurría en Tribunales. «¿Qué hacen Grabois y Valdéz ahí?» se sorprendió un alto funcionario, anoticiado de la presencia del líder de la CTEP y el ex embajador argentino en el Vaticano acompañando a la expresidenta.
En el Gobierno adjudicaban las críticas de Cristina a Macri, a quien acusó de «perseguirla», a su estrategia judicial.
«En una indagatoria no está ni siquiera obligada a decir la verdad», razonaron fuentes oficiales, y dieron por hecho que Bonadio también la procesará en esta causa, en la que también figura como jefe de una asociación ilícita de recaudación vinculada a la obra pública. «Cuida a su núcleo electoral, deslegitima la investigación, bastardea a Bonadio y Stornelli. Sigue su libreto», evaluó otro funcionario con despacho en la Casa de Gobierno.
«La idea era embarrar la cancha. Nada nuevo», agregó otro funcionario cercano a la mesa chica del poder.
Los análisis de quienes siguieron el contraataque de la expresidenta eran optimistas aunque no descartaban convulsiones en la economía derivadas de los procesamientos a empresarios vinculados a la obra pública. «En el mundo ven que se acabó la joda, es un mensaje muy fuerte. Pero es cierto que muchos de los que pensaban invertir lo van a pensar dos veces en este contexto», se evaluó en Balcarce 50.