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Gianluigi Buffon quedó tendido en el piso. Zinedine Zidane, atónito, se agarró la cabeza. Los propios hinchas de la Juventus comenzaron a aplaudir. Fue un instante, una explosión, la certeza de que acababan de ver una obra de arte. Y no se equivocaban: el segundo gol del duelo entre la Vecchia Signora y el Real Madrid fue de otro planeta. Pero su autor tenía algo más para dar. ¿Qué? Un mensaje para el mundo del fútbol, en general, y para Lionel Messi, en particular.

El primer instinto de Cristiano Ronaldo, el gran protagonista de la noche, fue abrir los brazos mientras se dirigía hacia uno de los córners. Pero, de repente, sintió que su gol, bah, golazo, era su mejor carta de presentación ante quienes se preguntan quién es el mejor futbolista del mundo.

Fue ahí cuando empezó a golpearse el pecho con la mano derecha y, de forma alternada, a levantar el dedo índice. «Soy el número uno, soy el mejor», se pudo interpretar el mensaje. Breve, sí, porque apenas quedó parado al lado del banderín y se plantó con las dos manos en la cintura, sus compañeros se le tiraron encima.

Ojo, es cierto que ante los micrófonos, el portugués siempre fue muy medido y respetuoso de Messi. Y tanto en cada cruce que tuvieron en el clásico Real Madrid-Barcelona como en las diferentes entregas de premios a las que ambos concurrieron, jamás se «paró» un escalón arriba de la Pulga.

Encima, como un golpe a su ego, Cristiano Junior, su hijo mayor, es admirador de… ¡Messi, sí! De hecho, el nene no pierde oportunidad de saludar al argentino cada vez que lo tiene enfrente. Pero esa es otra historia. Egocéntrico y algo engreído, pero crack al fin, CR7 convirtió un gol que quedará en la historia de la Champions League. Y dejó un mensaje. Quien quiera oír que oiga.

Fuentes: Clarin