Conservadores, moderados o arriesgados: ¿en qué invertir?

La situación de Estados Unidos, la coyuntura local y el resurgimiento de los mercados emergentes definen cuáles son los mejores activos para los ahorristas.



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En los tiempos que corren, suele no ser muy fácil definir una estrategia de inversión. Muchos factores y variables, que no siempre son del todo anticipados, pueden influir sobre los precios de los activos elegidos y, en consecuencia, sobre la rentabilidad esperada de la cartera determinada.
En ese sentido es importante definir el horizonte de inversión, y el perfil de riesgo con el que cada uno se identifique. Desde allí, describir el escenario externo y local que se enfrenta, dando probabilidades de ocurrencia a que se cumpla, sea mejor (optimista), o sea peor (negativo) a lo proyectado. Mientras que recién, por último, hay que elegir los instrumentos de inversión. De hecho, se empezará esta vez de atrás para adelante.
Esta nota apunta a detallar tres carteras según el perfil de riesgo. En la cartera conservadora se opta por 70% en dólares y 30% en pesos, en activos de renta fija. Un 30% se destina a letras del BCRA y provinciales, de corto plazo, con el objetivo de ganar una tasa de interés real positiva. Mientras que, en dólares, la parte más conservadora irá a Letes -la semana que comienza habrá una nueva licitación a tasas de referencia de entre 2,6% y 3,2% anual para plazos de entre 88 y 270 días-; otro 30% se adjudica al nuevo bono argentino 2022 con un rendimiento del 5,8% y duration de 4,3 años, y el restante 30% se lo posiciona en deudas provinciales. Se opta acá por el título de la provincia de Buenos Aires al 2023 y por el de Santa Fe 2027, ambos entre los mejores de la curva en cuanto a riesgo provincial, y que permiten obtener entre 100-200 puntos más de TIR que dentro de los soberanos a igual vencimiento.
En cuanto a la cartera para un perfil de inversor que se sienta cómodo asumiendo un poco más de riesgo, la composición en moneda se invierte 60% en pesos y en 40% dólares. En el primer caso, se incorpora un 20% en acciones, donde el mayor atractivo a mediano plazo sigue estando en los papeles de las energéticas, cíclicas, petroleras y los bancos. Papeles puntuales: PAMP, YPF, CTIO, AGRO, entre otros.
En lo que respecta al resto de la cartera (80%), es conveniente alocarlo en renta fija. Acá se hace un mix entre activos en pesos, como Lebacs y letras provinciales (que suelen de corto ofrecer un poco más de tasa que el BCRA), y en dólares, deuda provincial -como el Salta 2024 que ofrece actualmente una TIR del orden del 8,6%-. También se puede sumar el TC21, como alternativa dentro de la renta fija en pesos indexada por inflación, si se cree que la inflación finalmente se ubicará por arriba del objetivo planteado por el Banco Central.
Ahora bien, el último portfolio responde a un perfil más agresivo, que como las otras alternativas se armó en torno a una determinada coyuntura esperada y a las probabilidades que se cumplan. Acá la participación de la renta variable sube al 35%, incorporando acciones como TGS, PETR, entre otras.
Mientras que para llegar al 50% en pesos de la cartera, se ve atractivo en el TO23 a tasa fija, suponiendo que el BCRA será exitoso en su objetivo de reducir la inflación a menos del 5% en los próximos años. En dólares, gana espacio la parte larga de la curva como el DICA, y PARY entre los soberanos, y en deuda provincial el Provincia Buenos Aires 2028 y el Chaco 2024 con rendimientos hoy en 8,1% y 10,5% respectivamente.
La coyuntura
Es importante resaltar la coyuntura en la que se realiza el análisis. En lo externo, se apunta primero a varios focos de atención que se observan en el mundo, y que en mayor o menor medida influirán sobre el comportamiento de los mercados. Se destaca el escenario para EE.UU. -las expectativas puestas en torno a las medidas de Trump, y la política monetaria de la FED con el ajuste de tasas avanzando-, y una Europa en donde los datos económicos van mejorando (de la mano de los estímulos del Banco Central Europeo), pero puede llegar a pesar una agenda política intensa para este año.
También hay una mirada sobre los emergentes que vuelven a crecer -en enero, presentaron la mayor expansión desde junio de 2011- y se favorecen también de la estabilidad de las commodities, mientras que en Asia la atención se focaliza en Japón y China. El primero en verde y el segundo, en amarillo. Juegan a su favor datos económicos mejores a los esperados, pero ciertas alertas se despiertan desde la baja constante de las reservas, un fuerte endeudamiento, hasta la relación política tensa con EE.UU. y la política interna.
La conclusión, en este punto, es positiva. Se está dentro de un mundo que no presenta grandes riesgos para los mercados financieros, aunque sí salgunos factores que podrán presionar sobre la volatilidad. No obstante, la liquidez mundial no parece que vaya a desaparecer de un día para otro.
Las mayores vulnerabilidades, en tanto, pasarán por los riesgos políticos, y expectativas de mayores cambios a los esperados en las políticas de los bancos centrales, entre algunos de los puntos destacados más importantes.
Por último, pero no menor, está el tema de la coyuntura local. Se analizan los famosos «brotes verdes» de la actividad, que finalmente parecen estar apareciendo. Mientras, se hace foco sobre el sector financiero -con la recuperación de depósitos y préstamos-, y la política -pasada y esperada- del BCRA. Esto se suma al comportamiento del tipo de cambio y sus proyecciones. No hay acá gran misterio.
El mercado cambiario seguirá de corto ofrecido (por blanqueo, colocaciones de deuda y exportaciones), y aunque las elecciones de mediados de año puedan empujar una mayor dolarización de las carteras, todo parece indicar que la tasa de devaluación para este 2017 estará por debajo de las tasas de interés.
Eso sí, nada está exento de posibles riesgos. Acá los principales responden -y sin mucho misterio- a las elecciones de este año, que pondrán en juego la gobernabilidad de Cambiemos. También se habla de una posible reversión en el escenario externo -que compliquen financiamiento necesario para el gradualismo-, y algunos factores estructurales internos que aún persisten.

Fuente: La Nación



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