No Banner to display
Por ahora se debate, y mucho, sobre el precio del gas. Toda la eficiencia que tuvieron el Gobierno y la oposición para instalar la cuestión de las tarifas como tema central de la agenda pública no la han tenido para concientizar a la población sobre el uso racional de la energía.
La Argentina se da un lujo que cuesta mucho dinero. Del total del gas residencial, el que se consume en los hogares, el 12% se gasta al mantener encendida la llama piloto de los sistemas de calefacción o de agua caliente. ¿Qué significa ese porcentaje? Ni más ni menos que un volumen igual a la importación de gas de Bolivia, que representa una porción similar en el total de la inyección del fluido al sistema y que el invierno pasado insumió un costo de US$317 millones. Es decir, el país importa alrededor de un 30% del gas que consume, gasto que consolida una parte importante del déficit fiscal y externo. La llama piloto de los aparatos domésticos se lleva un poco más de un tercio de ese gas que se compra en el exterior.
Los datos surgen de un estudio elaborado para la Cámara Argentina de la Construcción llamado «El gas natural en la Argentina, propuestas 2016-2025», elaborado por Salvador Gil, Pablo Givogri y Luciano Codesiera. «No se ha trabajado demasiado sobre el consumo eficiente, pero se podría ahorrar mucho en el consumo de una vivienda, y no solo con el piloto, sino también con la cocción de los alimentos», dice Salvador Gil, actualmente director de la carrera de Ingeniería en Energía de la Universidad de San Martín (Unsam) y consultor en eficiencia energética del Enargas.
A grandes rasgos, el consumo de gas en el país se divide en cuatro grandes consumidores. La industria se lleva alrededor del 30%, igual que el consumo residencial, con el comercio incluido. La generación de energía eléctrica, que utiliza gas para las centrales térmicas, representa aproximadamente el 34%, y el resto se gasta en abastecer la red de gas natural comprimido (GNC).
Ahora bien, ¿qué pasa dentro del hogar? De acuerdo con un estudio de Gil, en el que participaron también Maylen Gastiarena, Analía Fazzini y Rodrigo Prieto, las llamas piloto o consumo pasivo se podrían llevar hasta 18% del consumo hogareño. El 56% se destina a calefacción; el 18%, a la provisión de agua caliente, y el 10% restante, a la cocción de alimentos.
Justamente, la suma del consumo de agua caliente, cocción y llama piloto es lo que se llama consumo base, que se toma como piso en los meses de diciembre y enero, los de menos utilización de gas. Ese porcentaje representa el 44% del consumo familiar anual. El resto lo suma la calefacción en los meses de bajas temperaturas. «Hay artefactos nuevos de calefacción o de agua caliente que son eficientes. Por ejemplo, no mantienen la llama piloto encendida todo el tiempo. Solo con colocarles la etiqueta de consumo eficiente se podría ahorrar mucho», cuenta Gil. De hecho, el Ente Regulador del Gas (Enargas) dispuso adelantar en un año el etiquetado de eficiencia energética en los termotanques que se vendan en el país. Mediante una resolución, dispuso que la fecha original, que era a partir de 1° de enero de 2019, cambiase a este año, por lo que ya se pueden comprar aparatos etiquetados.
Casi todos los equipos de calentamiento de agua que se usan en la Argentina tienen importantes consumos pasivos. En los calefones, la llama del piloto. En el caso de los equipos de acumulación de agua caliente o termotanques, tienen un consumo de gas que es superior al de los pilotos para mantener el agua caliente acumulada. Esto se debe a que, aun sin consumo, el quemador se enciende periódicamente para mantener la temperatura del agua.
Fuente: La Nación