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PARIS.- Marco Trungelliti nació en Santiago del Estero, vive en Barcelona, tiene 28 años y está en el puesto 190° del ranking mundial. Desborda simpatía, suele dejarse la barba de algunos días, el cabello largo y enrulado, y juega como puede: con alma, corazón y vida. Al padre le agradan las ciencias (es bioquímico), a la madre los números (es contadora) y a él, los peloteos desde la base de las canchas de polvo de ladrillo. No es alto (1,72m), su principal virtud es la consistencia, nunca ganó un título y, desde 2008, cuando empezó con la aventura profesional con un bolso con pelotas y raquetas por el mundo, ganó 578.242 dólares, una cifra exorbitante para el público en general, pero insignificante para los mejores del planeta. Un ejemplo: los cracks que llegan a la meta de las semifinales en un grande como Roland Garros se llevan 560.000 euros. Para los del bajo fondo, pisar una cancha subterránea sobre la arcilla de París es una recompensa extraordinaria: unos 40.000 euros por participar.
El jueves pasado, mezclado en la adrenalina de la clasificación en Roland Garros, esas tardes con sombras, sin curiosos ni de paseo, en el court 14 perdió contra el polaco Hubert Hurkacz por 6-3, 4-6 y 6-4 y quedó en la puerta de la gran cita. La bronca le duró un rato, se duchó, se despidió de los vestuarios de la Philippe Chatrier y volvió a Barcelona, a su casa, para seguir dándole fuerte y duro con las clases que les brindan Albert Portas y Germán Puentes. Hasta ayer a la mañana. El celular suele estar muy cerca cuando el llamado -un mensaje, en realidad- es sorprendente. En una primera rueda marcada por las despedidas antes de arrancar -ya son ocho-, Marco puede entrar como «lucky loser» de Nick Kirgyos, el irreverente y talentoso australiano, que se baja por problemas físicos. De hecho, Rafael Nadal jugará hoy con Simone Bolelli, otro «afortunado», que ocupa el casillero del renunciante Alexandr Dolgopolov.
El último había sido Víctor Troicki, reemplazado por el egipcio Mohamed Safwat, que regresó apenas por unas horas: Grigor Dimitrov lo despachó en un rato, por 6-1, 6-4 y 7-6. «Después de haber consultado a mi equipo y a los médicos., es muy arriesgado para mí salir a la cancha y potencialmente jugar cinco sets en arcilla», escribió Kyrgios en su cuenta de Twitter. El australiano, de 23 años, no disputa un partido en singles desde hace dos meses. Esta semana, sin embargo, obtuvo el título en dobles del torneo de Lyon junto al estadounidense Jack Sock. «Trabajé muy duro para estar listo y estaba desesperado por jugar Roland Garros, un torneo muy especial para mí. Pero, con la gira de hierba tan cerca, no estoy dispuesto a arriesgarlo todo», agrega Kyrgios, que tiene una lesión en el codo derecho. Al menos, todos los jugadores del cuadro principal que no se presentan se llevan la mitad del dinero previsto.
Por la nueva reglamentación, todo competidor que juega con una supuesta lesión o que no se encuentra en plenitud y se arriesga en ingresar en las pistas, si abandona, puede ser multado y recibir una sanción. Se trata, lógicamente, de evitar que los jugadores se presenten para cobrar el dinero del primer partido y retirarse al poco tiempo. «Entendemos que tantas bajas se tratan de una prevención», informan desde la organización. Trungelliti no analiza demasiado el asunto: sabe que tiene que volar para jugar con Bernard Tomic, el australiano de 25 años que tenía potencial para ser un Top 10, pero transita las pistas con la motivación bajo cero, rencillas con John, su padre y entrenador; y anda por el puesto 208°.
El santiagueño no se engaña con los números: sabe que su potencial es menor y corre contra el tiempo. En realidad, maneja una camioneta, con un reducido grupo familiar, de Barcelona a París, sin excesos de velocidad, para llegar lo antes posible. Debe jugar mañana, desde las 6 de nuestro país, en el court 9. La organización no lo confirmó todavía, porque no tiene la certeza de su arribo en tiempo y forma. Marco era el bolillero siguiente del indio Prajnesh Gunneswaran, que sale al ruedo en el challenger de Vicenza, después de no ingresar en París. No firmó la planilla establecida por el reglamento y se marchó para jugar un torneo sin quilates. Nadie iba a imaginarse que se iban a bajar ocho tenistas. A veces, el destino juega su propia partida.
Son algo más de 1000 kilómetros, casi 10 horas de viaje sobre la carretera. Va a llegar, cambiarse y jugar al tenis en Roland Garros. Lo que más le gusta en la vida.
Fuente: La Nación