Filosofía Aplicada: El hombre más infeliz del mundo

La visita al país de Matthieu Ricard, apodado "el hombre más feliz del mundo", nos abre la posibilidad de reflexionar seriamente sobre aquello que consideramos como "felicidad" y al respecto de los medios que son capaces de acercarnos a ella.



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Sin embargo, esta reflexión puede llevarnos a percatarnos de que, en realidad, nuestro concepto de felicidad puede ser contraproducente al tomarla como algo completamente inalcanzable.

Durante gran parte de este viernes se llevó a cabo en el museo Malba una jornada de análisis y reflexión concerniente a la felicidad, denominado precisamente 1º Encuentro de Felicidad. Para ello se convocaron «especialistas» en el tema, personas que han estudiado científicamente qué sucede en el cerebro cuando se experimenta un estado de felicidad y aquellas que encuentran en la meditación y el autoconocimiento un medio para alcanzarla, tal el caso del biólogo budista Matthieu Ricard. Así pues, aunque entre tanto especialista se haya omitido la participación de algún filósofo, lo cierto es que la filosofía ha hablado y mucho al respecto de este concepto que tanto hemos de buscar en nuestras vidas.

A tal respecto, encontramos en Aristóteles uno de los máximos exponentes de esta serie de «filósofos felices» ya que consideraba que así como los objetos tienen una finalidad establecida, los seres humanos tenemos como meta y sentido de nuestra vida ser felices. ¿Cómo era posible alcanzar tal estado? Mediante el despliegue de nuestras potencialidades racionales y a través del desarrollo de actos virtuosos. Al mismo tiempo encontramos a los pensadores estoicos como Zenón de Citio, Séneca o Marco Aurelio, quienes consideraban que la felicidad se lograba al alcanzar la ataraxia o serenidad del alma, cuestión que se experimentaba al eliminar toda preocupación mundana. Además, podemos recurrir a Epicuro quien consideraba que la felicidad radicaba en la maximización de los placeres y la disminución del dolor, aunque esto no significaba un hedonismo extremo, si no la concreción de los tres grandes placeres humanos: la amistad, la autosuficiencia y la reflexión.

Nuestro concepto de felicidad es tan puro, tan magnánimo y tan elevado que a fin de cuentas es inalcanzable.

Sin embargo, más allá de lo que estos pensadores puedan sostener, quizás sea importante que cada uno de nosotros pueda reflexionar al respecto de lo que considera que es la «felicidad». ¿Es estar alegre? ¿Es estar «bien»? ¿Qué es? ¿Por qué si la deseamos tanto nos suele costar encontrarla? Quizás a través de estas preguntas nos percatemos de que nuestro concepto de felicidad es tan puro, tan magnánimo y tan elevado que a fin de cuentas es inalcanzable. Es más, lo que nos ocurre muchas veces es que nos solemos consolar con la idea de una felicidad venidera que ahora no está ni existe pero en algún momento inevitablemente vendrá. De esta forma nos transformamos en seres al principio esperanzados pero tarde o temprano frustrados porque la máxima «hoy no soy feliz pero mañana sí» pierde su sentido con la repetición constante.

Ahora bien, tal vez antes de tratar de dar una definición acabada sea más fácil para cada uno de nosotros contestar la pregunta sobre qué nos hace felices, ya que aquí no hacemos hincapié en la categoría vacía, si no que la ponemos en práctica, nos la apropiamos. En un pequeño tratado sobre la felicidad, Bertrand Russell nos dice que hay cuestiones muy puntuales para poder ser felices (si un contexto externo lo permitiese claro): vivir en estado constante de entusiasmo, tener el afecto de familiares y amigos, reducir el miedo a la opinión pública, dejar de ser egocéntrico y pensar que el mundo gira a nuestro alrededor, admirar más y envidiar menos. Es decir, ni más ni menos lo que propone este autor es hacer más terrena esta categoría a través de nuestros actos cotidianos.

Encontramos en Aristóteles uno de los máximos exponentes de esta serie de «filósofos felices» ya que consideraba que así como los objetos tienen una finalidad establecida, los seres humanos tenemos como meta y sentido de nuestra vida ser felices

Entonces ¿quién es el hombre más infeliz del mundo? Puede ser que seamos cada uno de nosotros en el momento en que ponemos a la felicidad en una torre de marfil sin darnos la posibilidad de alcanzarla, pensando que pronto estará por venir pero olvidando que el único día posible para hacerlo es hoy mismo. ¿Cómo ser feliz entonces? Posiblemente no existan recetas ni definiciones capaces de satisfacer a todas las personas; indudablemente es una búsqueda interna, de una exploración personal para encontrar cuáles son esos actos, esas decisiones y esas personas que nos ayudan a alcanzar un estado de plenitud y de serenidad con sí mismo y los demás. Para esto quizás no haga falta retirarse tres meses a meditar a la montaña, o pagar la entrada de una conferencia, simplemente con dedicarse a uno mismo el tiempo para pensarlo en medio de las obligaciones y tareas diarias nos pueda bastar.

Fuente: minuto uno

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