El legendario Canal de Panamá celebra cien años

El paso entre los océanos Atlántico y Pacífico fue inaugurado el 15 de agosto de 1914. 



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El paso entre los océanos Atlántico y Pacífico fue inaugurado el 15 de agosto de 1914. 




Cuentan que el ingeniero y militar estadounidense George Goethals, que supervisó la construcción del Canal de Panamá a pedido del presidente Theodore Roosevelt, decidió que la selva que lo rodea permaneciera intacta. Goethals decía que la selva era el mejor seguro contra un ataque al canal por tierra, aunque -dentro de la Zona del Canal controlada por Estados Unidos- se construyeron varias bases militares para protegerlo. Lo que Goethals sabía era que sin agua abundante nunca funcionaría el sistema de esclusas del canal y que, en ello, los bosques juegan un rol clave. Las esclusas de Lago Gatún, Pedro Miguel y Miraflores trabajan como un gran ascensor hidráulico, por donde suben y bajan los barcos que al atravesar el canal deben superar la Cordillera Central panameña. El agua llena las esclusas por la fuerza de gravedad: cae desde las alturas del lago Gatún -creado artificialmente con un dique sobre el río Chagres- hacia las salidas del canal en ambos océanos. Por todo esto, cuidar los bosques es decisivo: son una esponja que atrapa las lluvias, protegen el suelo de la erosión, impiden la creación de sedimentos en los lagos y devuelven el agua a los ríos.

Pasó un siglo desde 1914, pero la selva tropical sigue allí -ahora resguardada por el sistema de parques nacionales panameños- mientras algunas de las bases militares estadounidenses se reciclaron como hoteles. El paisaje natural es casi el mismo que el de aquel día inaugural, el 15 de agosto de 1914, cuando el vapor Ancón cruzó por primera vez todo el Canal de Panamá navegando los 80 kilómetros que separan el océano Atlántico del Pacífico.

Desde 1999 el canal es administrado por el estado panameño y ahora la selva atrae a los turistas que intentan un safari fotográfico y a los apasionados por la observación de la vida silvestre. Quien se anime a navegar en canoa o en pequeñas lanchas de motor, podrá ver las diminutas ranas doradas, tortugas de río, orquídeas, monos aulladores, iguanas, águilas, tucanes y guacamayos, entre otras rarezas. Por caso, el Parque Nacional Chagres conserva en sus 129.000 hectáreas buena parte de la selva húmeda panameña. Los guías cuentan que allí se refugian 351 especies de aves, 638 especies de animales terrestres y 1.180 especies de plantas. Por sus caimanes, el río Chagres ya era conocido como «el río de los lagartos» desde la época colonial española. El paseo incluye la visita a una aldea de la tribu Emberá -a orillas del lago Alajuela- donde se recibe a los turistas con rituales indígenas y no faltan artesanías para comprar, desde cestos tejidos a esculturas en madera.

Ubicado a unos 25 km de la capital panameña, el Parque Nacional Soberanía es ideal para los que aman caminar: tiene senderos para todos los gustos, ruinas españolas y más de 525 especies de aves. Una ruta de mantenimiento construida en la Segunda Guerra Mundial, el Camino del Oleoducto, ahora se usa para observar las aves. En el mismo parque hay rastros del empedrado del Camino de Cruces, que los españoles usaban en la época colonial para cruzar el istmo con los cargamentos de oro y plata que llegaban en galeones desde Perú. Esos tesoros se descargaban en la ciudad de Panamá y luego se llevaban con mulas hasta Portobelo -a orillas del Atlántico- donde se embarcaban a España. Antiguas instalaciones de radar ahora son sitios de observación de aves -el Canopy Tower y el Panama Rainforest Discovery Center- con torres de 30 metros de altura sobre la selva. Fue aquí donde la sociedad Audubon -que tiene itinerarios turísticos planificados (www.audobonpanama.org)- identificó 385 especies de pájaros.

Para los más aventureros, el parque Isla Barro Colorado -ubicado en una isla de 1.500 hectáreas sobre el lago Gatún- es otro paraíso, administrado desde 1946 por el Instituto Smithsoniano (www.stri.si.edu) que tiene allí una base científica. Se puede pasar el día en la isla, caminar con guías por los senderos, almorzar y luego volver en barco hasta Gamboa -un pueblo donde la atracción es otro hotel selvático- completando así la travesía por el lago Gatún y la jungla que lo rodea.

Itinerarios y festejos

Para los viajeros que no desean ir a la selva ni alejarse mucho de la capital panameña, existen otros recorridos posibles. Una opción es viajar en ferrocarril con el Panama Railway (www.panarail.com) que une las ciudades de Colón -sobre el océano Atlántico- y Panamá, sobre el Pacífico. Las vías corren junto al canal, el trayecto dura una hora y hay buenas vistas. Otra posibilidad es navegar con pequeños cruceros, como el «Fantasía del mar» (www.canalandbaytours.com) para apreciar bien el paisaje y el funcionamiento interno del canal.

En el casco antiguo de la ciudad de Panamá se destaca el Museo del Canal Interoceánico, ubicado a pocos metros de la catedral. El edificio data de 1874 y allí funcionó la empresa francesa creada por Ferdinand de Lesseps -el constructor del Canal de Suez- que hacia 1880 se lanzó a construir un primer canal, conocido como «el canal francés». Entre los años 1882 y 1903 los franceses movieron 60 millones de metros cúbicos de tierra, levantaron puentes, puertos, hospitales y líneas ferroviarias. Más tarde, los estadounidenses aprovecharían en parte estas obras. Pero el escaso control de las enfermedades tropicales, junto a los problemas económicos, provocaron el fracaso del intento francés. El museo cuenta esa historia y otras, desde la colonización española a hoy. Por cierto, las celebraciones oficiales por el centenario del Canal de Panamá en 2014 tienen un calendario que incluye exposiciones de arte y patrimonio arquitectónico, fiestas populares y ediciones de libros. La historia del canal actual, construido por Estados Unidos entre los años 1904 y 1914, se comprende mejor en el Centro de Visitantes de la Esclusa de Miraflores, ubicada a 12 km de la ciudad de Panamá. Muchos van para disfrutar del mirador con sus balcones, que permiten ver de cerca el paso de los barcos y el funcionamiento de las esclusas. En el auditorio se explican las obras actuales de ampliación -consisten en nuevos juegos de esclusas con capacidad para buques más grandes- emprendidas por Panamá en 2006.

En Miraflores existe también un Museo del Canal de Panamá que relata con imágenes de época la hazaña técnica y humana que implicó esta obra. En la tienda del museo abundan los textos sobre el tema -aquí está el libro del centenario, con espléndidas fotos- y entre ellos sobresale «Un camino entre dos mares», el libro ya clásico del historiador estadounidense David McCullough. Entre otros datos para el recuerdo, McCullough anota que el canal costó 352 millones de dólares estadounidenses, cuatro veces más que el Canal de Suez. También dice que, si se suman las víctimas durante la construcción francesa y estadounidense, hubo 25.000 muertos. Las causas van desde las enfermedades tropicales al desafío de abrir el Corte Culebra, allí el canal corre entre montañas por una zanja de 14 km de largo donde eran frecuentes los derrumbes. Todo el canal se cruza hoy en 12 horas pero, como hace cien años, el viaje entre el agua y la selva tiene misterio: es como atravesar un país desconocido.

Fuente: clarin.com

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